Proyecto Perpetuando la Red LAC.
Realización: Red LAC y Museu da Pessoa.
Entrevistada: Verónica Andréa Gómez Prestes.
Entrevistadores: Immaculada Lopez e Mariângela de Paiva.
Lugar de la entrevista: São Paulo
Fecha de la entrevista: 15 de noviembre de 2006.
Me gustaría que dijeras tu nombre completo, la fecha y el lugar donde has nacido.
Verónica – Mi nombre es Verónica Andrea Gómez Prestes. Nací en Dolores, Soriano, Uruguay, el 5 de agosto de 1969.
¿Tu familia es toda de Uruguay? ¿Qué sabes sobre tu familia?
Verónica – Sí, son de Uruguay, aunque tengo la mitad de mi familia en Venezuela – tengo a mi madre y mis dos hermanos en Venezuela. Pero mis abuelos todos eran descendientes de portugueses, sus padres eran portugueses, pero eran nacidos en Uruguay, en Soriano, en litoral del Uruguay.
¿Tus abuelos? ¿Qué nos cuentas sobre tus abuelos?
Verónica – De mi abuelo, tengo una imagen muy bonita. Era muy buena persona, sentía mucho cariño, mucho amor. Lo sentí mucho cuando lo perdí, cuando tenía sólo diez años y quedé sola con mi abuela y mis tías, toda gente grande. Ya mis tías eran señoritas en esta época, me terminé de crecer con el apoyo de tres de mis tías y mi abuela.
¿Tu abuelo y tu abuela son de parte de…?
Verónica – De mi madre.
¿Cómo se llamaban tus abuelos?
Verónica – Mi abuelo se llamaba Pedro de León Prestes y mi abuela Carmen Ferreira.
¿Cómo era la vida de ellos?
Verónica – Mi abuela era una mujer de la casa, yo no entiendo… y mi abuelo trabajaba mucho, mucho en dos trabajos, todo el día. Trabajaba hasta unos años antes de fallecer, falleció muy mayor, pero trabajaba, era muy trabajador mi abuelo y siempre buscaba algo que hacer. Lo que recuerdo de él era verlo en el trabajo y cuando volvía tenía un taller, un lugar de herramientas, banco carpintero, esas cosas, y él pasaba ahí trabajando haciendo juguetes arreglando zapatos, era muy trabajador.
Un recuerdo...
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Realización: Red LAC y Museu da Pessoa.
Entrevistada: Verónica Andréa Gómez Prestes.
Entrevistadores: Immaculada Lopez e Mariângela de Paiva.
Lugar de la entrevista: São Paulo
Fecha de la entrevista: 15 de noviembre de 2006.
Me gustaría que dijeras tu nombre completo, la fecha y el lugar donde has nacido.
Verónica – Mi nombre es Verónica Andrea Gómez Prestes. Nací en Dolores, Soriano, Uruguay, el 5 de agosto de 1969.
¿Tu familia es toda de Uruguay? ¿Qué sabes sobre tu familia?
Verónica – Sí, son de Uruguay, aunque tengo la mitad de mi familia en Venezuela – tengo a mi madre y mis dos hermanos en Venezuela. Pero mis abuelos todos eran descendientes de portugueses, sus padres eran portugueses, pero eran nacidos en Uruguay, en Soriano, en litoral del Uruguay.
¿Tus abuelos? ¿Qué nos cuentas sobre tus abuelos?
Verónica – De mi abuelo, tengo una imagen muy bonita. Era muy buena persona, sentía mucho cariño, mucho amor. Lo sentí mucho cuando lo perdí, cuando tenía sólo diez años y quedé sola con mi abuela y mis tías, toda gente grande. Ya mis tías eran señoritas en esta época, me terminé de crecer con el apoyo de tres de mis tías y mi abuela.
¿Tu abuelo y tu abuela son de parte de…?
Verónica – De mi madre.
¿Cómo se llamaban tus abuelos?
Verónica – Mi abuelo se llamaba Pedro de León Prestes y mi abuela Carmen Ferreira.
¿Cómo era la vida de ellos?
Verónica – Mi abuela era una mujer de la casa, yo no entiendo… y mi abuelo trabajaba mucho, mucho en dos trabajos, todo el día. Trabajaba hasta unos años antes de fallecer, falleció muy mayor, pero trabajaba, era muy trabajador mi abuelo y siempre buscaba algo que hacer. Lo que recuerdo de él era verlo en el trabajo y cuando volvía tenía un taller, un lugar de herramientas, banco carpintero, esas cosas, y él pasaba ahí trabajando haciendo juguetes arreglando zapatos, era muy trabajador.
Un recuerdo que tengo muy bueno de mi infancia – que son muy pocos – fue un día que había llovido mucho ver a mi abuelo conmigo con un barquito – se llamaba Leonor la barca – un barco de madera, en la cuneta, donde pasa el agua, ahí jugando. Esa es una de las imágenes más linda que tengo de mi infancia, que son muy pocas.
¿Los dos jugando con el barco?
Verónica – Lo que más recuerdo de mi niñez es eso lindo y algo que creo que marcó mi vida en esos años. Uruguay entró en la dictadura militar y en la zona donde yo vivía estaban los guerrilleros, que les llamaban Tupamaros, allá en Uruguay, en unas cuevas, en el campo, le llamaban tatuceras. Y lo que me acuerdo era sentir sobre mi casa el helicóptero dando vueltas y vueltas por encima de la casa y eso era lo malo que recuerdo. Tenía seis años. Muy pocos recuerdos. No sé si tengo pocos recuerdos o si no quiero recordarlos, pero lo que te puedo decir es eso…
Y tu abuela, ama de casa, ¿no?
Verónica – Mi abuela era ama de casa, pero yo no me entendía con ella. Porque era muy recta, demasiado dura, fue una infancia muy difícil con mucha violencia de parte de mi abuela, violencia física, me marca, cambia la vida de uno.
¿Quién más vivía en la casa?
Verónica – Después que falleció mi abuelo, vivían tres tías muy jóvenes, adolescentes en esa época, y que me quieren hoy día como hermanas. Somos como hermanas.
¿Cómo se llaman?
Verónica – Se llaman María del Carmen, Mónica e Isabel. Yo con la que tengo más trato es con Isabel. Es la que vive en Montevideo, cerca de donde yo vivo. Las demás viven en Dolores y nos vemos muy poco, porque desde que me vine de Dolores voy muy poco a Dolores.
¿Y fuera de casa jugabas en la calle? ¿Jugabas con tus amigos?
Verónica – Tenía muchos amigos, amigas, de mi escuela.
¿Cuándo fue la primera escuela?
Verónica – Hice una escuela de la zona, que era suburbana, no era en el centro, más bien saliendo. Se llama Juan Manuel Blanes, ahí hice toda mi escuela.
¿Cómo era esa escuela, te acuerdas?
Verónica – Era linda, éramos muchos niños, muchas clases, muchos primeros, segundos. Íbamos todos los niños pobres a una escuela de barrio y lo que sí me recuerdo es que al lado de mi escuela había un molino de granos y que yo sufría mucho en los recreos, porque venía el polvo al patio de la escuela, polvo de trigo, y a mí me hacía mucho daño, yo tengo alergia, bronquitis alérgica y me hacía daño. Pero la escuela era linda.
¿Cómo era? ¿Grande?
Verónica – No muy grande, era una escuela... hace tanto que no la veo, tantos años... Capaz que no era tan grande. A veces, cuando uno era niño, las cosas te parecen tan grandes.
¿Qué te gustaba hacer con tus amigos en esta época?
Verónica – A mí me gustaba mucho estudiar. Era muy buena alumna, era buena en todo, me portaba bien, yo nunca tuve problemas y una cosa que tengo de mi escuela es mi maestro. Tuve maestras en los primeros años y, después, tuve tres años un mismo maestro. Él se llamaba Luis Ángel Frigueiro. Era el mismo maestro, era casado, tenía una hija. Después se fue, porque encontró un trabajo mejor y sufrimos todos que se fuera. Fue una persona muy importante en mi vida, mi maestro Luis.
¿Por algo en especial?
Verónica – Por el cariño que me daba a mí y a todos los compañeros, muy bueno con nosotros.
¿Cómo era el pueblo donde pasaste tu niñez?
Verónica – Es lindo. Es pueblo antiguo y tiene toda una historia, porque es uno de los primeros pueblos del Uruguay y por ahí pasó la cruzada libertadora. Entonces, cuando vienen las fechas patrias, yo recuerdo que en 19 de abril pasaron por mi pueblo y camino los 33 orientales que libertaron a la patria. Me iba a la plazoleta Romero, la Acción de Dolores.
Es un pueblo que vive de la gente del campo, vive de los que plantan trigo, girasol... Hay mucha población rural ahí y está sobre el río San Salvador, que es un río que desemboca en el río Uruguay, el río más importante que tenemos. Y, a veces, hoy día, pienso que Dolores hoy no es el Dolores que yo traje. Hoy, Dolores es un monocultivo de soja, que le cambió la vida a la gente. Yo sé que el Dolores que yo viví no es el de ahora.
¿A qué lugares te gustaba a ir?
Verónica – En Dolores... la plaza principal. Cuando éramos niños, jóvenes, todas las familias íbamos a la plaza pública, había bancos … Entonces las jóvenes caminábamos por el lado de la plaza. Mucha, mucha, mucha gente...la tradición del pueblo. Algo increíble que nunca lo olvidé. Ustedes imaginan mucha gente dando esta vuelta, andando y conversando. Es único.
¿Sólo las chicas?
Verónica – No, todos los que querían. Habían gente que se sentaba en bancos, otros empezábamos a caminar alReddor de la plaza, la vuelta de la plaza.
¿Jóvenes y maduros?
Verónica – Jóvenes, adultos, gente mayor. Todos.
¿En qué momento?
Verónica – El domingo en la noche. Pero es algo que yo no lo vi nunca más. Esa tradición era solamente en Dolores.
¿Qué más había en esa plaza?
Verónica – Había un monumento que se llama la Acción de Dolores, que es una mujer liberándose, está con la mano alta. La iglesia de Dolores es muy bella, antigua, que también la veo en este momento y es bellísima, todo el altar, cada santo.
¿Ibas a la iglesia?
Verónica – Mucho. Mi abuela era muy creyente y, entonces, se iba cuando podía a la iglesia y ella me llevaba a mí y a mi tía. Cuando yo iba a la iglesia, me quedaba dormida. Terminaba la misa, me llevaba así, durmiendo para mi casa... me sacaban una en cada brazo. En mi casa, me crearon un resentimiento muy grande. Yo creo, para mí, soy católica, pero creo que al Dios lo llevo conmigo en cada instante de mi vida y no es tan importante ir a una la iglesia a pedir perdón. Pero eso de tanto, tanto, tanto ir a la iglesia y saber la misa de primera... Hasta hoy día, sé, desde que empieza a lo que termina, cada palabra de la misa.
¿Todos los días?
Verónica – Sí todos los días.
¿Pasaste la juventud allí? ¿Cómo fue la juventud en Dolores?
Verónica – Mi juventud, desde cuando era muy niña, fue estudiar hasta tercer año del liceo, secundaria. Hice el tercer año y dejé, porque mi abuela no tenía plata para pagar y para tener uniforme, zapatos... no podía. De los quince a los diecisiete años, no hice nada, mi abuela decía que no, que trabajar no y no hice nada. A los diecisiete, decidí yo estudiar e hice el cuarto año, el quinto año y sexto año. Y yo trabajaba de empleada doméstica, cuidando de niños con una familia que me terminó de educar, de darme una formación, de cómo hablar, hasta cómo limpiar, cómo comer, que no la tenía. Esa familia, que hoy día es como mi familia, está en Dolores, tengo una relación de visita.
¿Vivías con ellos?
Verónica – No, yo estaba todo día con ellos y a la noche iba a estudiar y después volvía a dormir a la casa de mi abuela. Yo digo siempre que a partir de que empecé a trabajar nunca más faltó la comida, la ropa y a valerme por mí misma. Porque se pasaba mucha necesidad. Eso lo que te decía yo: no soporto a las personas que se quedan esperando que venga, no lo soporto. Trabajar y valerse por sí mismo. Entonces trabajé, estudié.
¿Cómo era esa casa, quiénes eran esas personas?
Verónica – Era una casa en el centro de la ciudad. Yo conocía a la dueña, que es mi amiga hoy día, hicimos una buena relación. Y un día estaba en la playa, pues Dolores tiene playa, de río, pequeña, y dice: “¿tienes trabajo?” "Sí, tengo, pero gano como 30 pesos” – algo así, que tenía que trabajar tres meses para comprar un par de zapatos. Entonces, ella me dijo: “¿Y por qué no vienes conmigo? Te pago 20 pesos. Sólo tienes que cuidar a los niños.” “Voy.” El primero de marzo empecé a trabajar con ella. Los niños eran chicos, cuidar a los niños Inés y Guillermo. Daniel, que se llama el esposo de ella, tiene estancia en el campo.
¿En esa época qué diversión tenías? ¿Qué te gustaba hacer?
Verónica – Me gustaba hacer todo, pero no podía hacer nada. Me sentía con las manos, los pies, los brazos atados, nada podía. Ir a un baile, aunque fuera de día, no podía. Un cumpleaños de quince, no podía... a ningún lado podía. No me dejaba mi abuela, no me dejaba que saliera, tenía miedo que me pasara algo.
Y en el colegio, ¿cuáles son los recuerdos del liceo? ¿De qué te acuerdas?
Verónica – Del liceo. Hay una fiestas que se llama Fiesta de la Primavera. Hacemos carrozas, se hace con el apoyo de todo el pueblo. Yo podía participar haciendo flores, haciendo la carroza, pero no podía desfilar en día de fiesta, no me dejaron porque iba a mostrar las piernas. Nunca desfilé. Pero lo disfrutaba mucho, porque había trabajado.
¿Qué trabajo hacías?
Verónica – Hacíamos flores, son carrozas con flores. Flores de papel, flores de nylon. Flores. Hacíamos una estructura grande de hierro y a eso lo íbamos adornando todos con flores.
¿Y eran muchas carrozas?
Verónica – Eran muchas. Treinta o más.
¿Y qué pasaba?
Verónica – En el día de fiesta, salía la carroza con un tractor y los jóvenes bailaban... Yo en eso no podía participar.
¿Qué día era esa fiesta?
Verónica – Segundo domingo de octubre, todos los años, el segundo domingo de octubre era la fiesta de la primavera.
Te vas a vivir con esta familia, después te casas... ¿esa transición cómo fue conocer tu marido y casarse?
Verónica – A mi marido, lo conocí... Es gracioso, porque estaba en el almacén del pueblo, donde se venden cosas; yo le conocía mucho, pero de lejos, de vista, y lo conocí en el almacén en un carro de caballo. Vendía verduras – lechuga, zanahoria, todas esas cosas del campo. Y a partir de que nos conocimos, era increíble, podía pasar un domingo dando vuelta en mi casa, en la manzana, por toda una tarde. Yo le miraba por la ventana. No salía, no me gustaba, en verdad, tengo que reconocerlo, no me gustaba este chico. Y este iba al liceo, aparecía y yo corría. Hasta que un día, salía de la misa, y el señor viene, se para al lado mío, con la bicicleta, y a la abuela le cayó bien el muchacho. Entonces, cuando llegamos a la casa, dice: “Puedo venir dice a visitarla?” “Sí.”
¿Si podía venir a visitarte en la casa?
Verónica – Sí. Y empezó a visitar y, un día, me dio un beso.
El primer beso...
Verónica – Entonces, comenzamos a conocernos, contarnos como vivía, lo que pasaba, qué sentía... Y pasó algunos días, un mes así, y un día estábamos sentados, él usaba unas lentes, unos cristales gruesos, y se saca las lentes y yo lo vi y me gustó muchísimo. Me enamoré hasta el día de hoy, cada día más….
¿Cómo se llama?
Verónica – Se llama Jorge.
Y cómo fueron esas primeras visitas. ¿Cómo eran?
Verónica – Era... En la sociedad que hoy vivimos es raro de estar conversando con alguien e ir de la mano, todo ese romance, todo eso, durante mucho tiempo. Los dos jóvenes, sin experiencia.
¿Y te acuerdas el día que decidieron casarse?
Verónica – Él estudiaba en una escuela, que estaba en Libertad, San José, y dijo: “vamos a casarnos”. Él no preguntó si quería casarme. Y yo quería. Y ¿qué vamos a hacer? Vamos a casarnos. Decidimos casarnos. Yo cumplo años el 5 de agosto, cumplía 21. El 6 de agosto nos presentamos para casarnos, porque yo no quería pedir permiso a mi madre, no creo que fuera justo pedir permiso. Y, al tener 21 años, yo ya era libre de poder casarme. Nos casamos el 30 de agosto del 1990.
¿Hubo una ceremonia?
Verónica – Sí. Tuvimos el civil primero. En la tarde civil y a la noche en la iglesia. Fue muy feliz ese día. Uno de los días más felices. En la iglesia de Dolores, que es tan bella. Mi suegro fue mi padrino que me llevó al altar y mi suegra – tengo en ellos unos padres, los quiero mucho, me aceptaron como una hija, muy bueno hasta hoy en día.
¿Qué más te recuerdas de la boda?
Verónica – Lo único es que me puse con vestido blanco y ahora entiendo por qué. No era necesario.
¿Tú escogiste?
Verónica – Sí, sí, yo quería casarme y salir con la misma ropa del civil. Teníamos cumplido un sacramento, no era necesario la gente. Pero mi madre me lo compró, le di ese gusto y la fiesta estuvo muy linda... un poco triste: no se podía bailar porque había fallecido el abuelo de mi esposo. Luna de miel no tuve, porque no teníamos plata para luna de miel.
¿Y dónde fuiste a vivir?
Verónica – Alquilamos una casa, una parte de la casa. Yo vivía sola y los fines de semana él iba a visitarme, pero no vivíamos juntos. No vivíamos todos los días juntos porque él estudiaba.
¿Y tú seguiste con tu trabajo?
Verónica – Sí, siempre. Nunca he dejado de trabajar.
De esos primeros años de unión, ¿te acuerdas algo?
Verónica – Los primeros años, estuvimos muy felices. Estuvimos en Dolores, hasta que, después, decidimos venir a Montevideo; yo me vengo a Montevideo, pero seguimos en lo mismo. Nos veíamos en los fines de semana. Él termina su estudio y empezamos a vivir juntos y ahí encargamos a nuestra hija mayor. En este momento, empezamos a vivir juntos y a tener una vida más tranquila, vivíamos en la zona rural del Montevideo, en el campo, pero en Montevideo. Unos años muy, muy lindos.
¿Cómo era el lugar?
Verónica – Era cerca del río de La Plata. Es una zona muy hermosa de Montevideo, de frutales. Y Jorge era encargado de esa quinta, encargado de administrar, y desde el momento en que yo acepto a Jorge como esposo empiezo ya a sentirme en la actividad rural. Si no fuera por mi casamiento, yo no hubiera llegado a mujer rural. Donde pude tener toda la experiencia de ser mujer rural.
Porque él...
Verónica – Él nace en el campo, es campesino, técnico agrario, especialista en agricultura, pero es productor también. Entonces, nunca dejó. Y, cuando éramos empleados, trabajábamos de encargados en las cosechas, cortando durazno, cortando manzana, cortando limón, con mi bebé chiquitita, porque tengo mucha habilidad con las manos. Entonces, si corto limón, corto mucho. Al pagar por kilo...
¿Y fue tu primer trabajo rural?
Verónica – Sí. El primero que empecé a hacer fue juntar limones, juntar peras, manzanas.
¿Cómo empezó a ser tu rutina con este cambio?
Verónica – A mí me cambió mucho la vida, porque yo trabajaba en un comercio de atención al público y de homeopática.
¿Ah, sí?
Verónica – Hubo una preparación para eso. Estuve haciendo cursos de homeopatía en Montevideo, entré a una farmacia de homeopatía, atención al público. Cuando quedo embarazada, cuando ya estaba para tener, dejé y fue un cambio muy grande. De estar siempre con las manos impecables, manos bien profilácticas, por la atención al público, irme al campo. Cambia la vida... y no he salido hasta el día de hoy. Me gusta mucho, es una elección, yo elijo trabajar en esto a trabajar en otra cosa.
¿Cómo es tu día? ¿Puedes describir un día?
Verónica – ¿Lo de hoy día o lo de antes?
Antes, en esa época.
Verónica – En esa época, era atender a la bebé, que era pequeñita, ir a la cosecha, cocinar, lavar, era todo.
¿Levantarse pronto?
Verónica – Sí. Mi compañero es un compañero, siempre fue. Desde el momento de que estamos juntos, siempre fue. Una cosa que recuerdo, que valoro mucho de él, cuando vino la primera hija yo estaba preparada para un parto natural con respiración, con todas las cosas y, en el momento de nacer, ella tiene un problema, se encaja mal y me hacen la cesárea. Fue un choque. Y me acuerdo que él estaba intentando cambiar a su hija, nunca había tenido un bebé en sus manos, él intentaba cambiar a su hija, intentaba hacer la higiene y vino una enfermera y dijo “qué estás haciendo?” Cuatro hijos, cuatro cesáreas, y, en las cuatro, me cuidó él. Tenemos un enlace muy fuerte por ese cuidado, esos momentos que vivimos juntos.
¿Qué día nació tu hija?
Verónica – Mi hija nació el 20 de mayo de 1998.
¿Cómo se llama?
Verónica – Carolina.
¿Qué más te acuerdas del nacimiento de Carolina?
Verónica – Era un día largo. Tan largo se me hizo el trabajo de parto, tan largo. Cuando ella nace, yo no sabía qué era. Pensaba que fuera un varón, no podía despertar, el sufrimiento de despertar de la anestesia y de verla fue un momento muy, muy emocionante. Algo mío, mi hija, fue muy importante el nacimiento de mi hija.
Y ese nombre, ¿por qué?
Verónica – Carolina... aunque parezca mentira, mi hermana se llama Carolina. Yo quiero mucho a mi hermana, porque ella no tiene culpa de lo que pasó, ni de lo que pasó antes. Tengo más comunicación con mi hermana, es una hermana virtual. Nos comunicamos con la computadora. Nos comunicamos por Internet o por mensaje de texto o en el chat. Y, por eso, le puse Carolina, por mi hermana.
Cuando nace tu hija, están en esa casa del campo. ¿Por cuánto tiempo?
Verónica – Nosotros, tratando de mejorar nuestras vidas, primero trabajamos de empleados los dos; después, trabajábamos medianeros, la mitad para ti, la mitad para mí. Fue una época muy linda cuando nació Santiago, mi hijo mayor de los varones. Y después de eso, quisimos ir más allá y alquilamos una chacra y empezamos a ser productores, nosotros solos. Y, en al año 99, sale un proyecto en Uruguay para gente joven que quisiera ubicarse en el campo, era un proyecto muy tentador y compramos otra chácra por un banco. Hicimos mucho sacrificio, porque el dólar casi tres veces lo que estaba. Y recién hoy día, en el 2006, pudimos arreglar nuestra deuda. Pasamos todo un periodo de crecimiento, hasta hoy día, ser productores, como campesinos. Somos una familia muy grande, entonces los dos tenemos trabajo extra afuera del campo.
¿Qué hacen?
Verónica – Jorge asesora a pequeños productores. Él tiene una filosofía de trabajo de uso reducido del agrotóxico, aplica eso. Y yo trabajo en un programa de micro-crédito para pequeños productores asalariados, que es muy bueno para la gente, y así estoy en continuo trato con la gente que es lo que me gusta.
¿Esa chácra fue una conquista, no?
Verónica – Sí, la tierra fue una conquista.
Verónica – ¿Cómo es el lugar?
Verónica – Es un pequeño predio de cinco hectáreas. Es una fracción angosta y muy larga. A la mitad, está la casa, es una casa antigua, tiene unos cincuenta años. Hecha en ladrilla asentada en barro, con revoque de material, forma de rancho. Hoy día la hemos podido hacer decorosa, tenerla bonita por dentro.
¿Y qué plantan hoy?
Verónica – Tomate. Tenemos un invernadero de tomates.
¿Y cómo es ese trabajo de la plantación de tomate?
Verónica – Decidimos tener tomates porque creo que nos deja más rentabilidad. Más seguro todo el año. Nosotros hacemos dos cosechas al año. Levantamos una cosecha, ya tenemos los plantines nuevos, dejamos unos quince días cerrados, para que se cure con el sol; después, levantamos y hacemos de vuelta y plantamos de vuelta. Está siempre en invernáculo cerrado.
Tú misma trabajas directamente...
Verónica – Trabajamos los dos, yo y Jorge.
¿Todos los días?
Verónica – No, no es un trabajo diario, porque lo llevamos muy cerca, los tomates se desbrotan, tiene una piola, donde tú vas enredando la planta, sacas los brotos, eso permite poder hacer otra cosa. Además de esto, atender a los niños, que son tres escolares, y atender la casa, atender a la organización, atender el grupo, los vecinos que siempre necesitan algo. Es así.
¿Cómo es tu casa?
Verónica – ¿Mi casa? Lo que tiene es que siento que es un hogar, es un hogar donde todos valemos lo mismo, todos somos iguales, nosotros, los niños, todos tenemos opinión, somos respetados todos. Más allá de las cosas, de paReds, si tiene lindo piso, interesa lo otro. Lo bueno es que vamos a la escuela, mi marido está muy relacionado a la escuela, vamos y dicen: “tus hijos reflejan lo que es la casa de ustedes por tal y tal cosa”. Y eso nos llena de satisfacción a nosotros, porque vamos por un buen camino para ellos.
¿Cuál es el momento en que están juntos?
Verónica – En la noche, las tardecitas que volvemos, que tratamos de tener una cena, una comida juntos todos, conversar y contar lo que hizo uno, que hizo el otro. A veces, yo y Jorge hablábamos de trabajo y ellos se sentían fuera de eso. Entonces, mi hija dijo “ustedes están entre ustedes”. Entonces decidimos que vamos a tratar de separar, trabajamos mucho a la vez los dos juntos, entonces somos compañeros de trabajo, tenemos todavía que aprender a separar el trabajo, la familia y la vida privada. Es lo que nos está costando un poco.
Te gusta cocinar, ¿no?
Verónica – Me gusta cocinar, les hago la torta de cumpleaños, me lo piden y si no lo hago me reclaman. Hago todo casero, toda la comida en mi casa es comida hecha en casa. Desde la torta hasta el último sándwich, todo casero. Pero me satisface mucho que ellos me elijan a mí.
Y el movimiento de mujeres, ¿cuándo empieza entrar en esa historia?
Verónica – En el año 96, 97, mi hijo pequeño, había un grupo de jóvenes en la zona y nosotras lo íbamos a acompañar a las fiestas y yo decía a las mujeres: “vamos a hacer un grupo”. Y, de ahí, nació un grupo.
No entendí, ¿iban a una fiesta?
Verónica – Una fiesta en el campo, en las escuelas. Los hombres tenían su grupo, las mujeres no. Y nosotras necesitamos de ese espacio de conversar y formamos un grupo. Éramos 20 mujeres y, después, algunas mujeres no se interesaron por compartir, hasta que llegamos a ser 12 mujeres y hoy día somos once. Y ahí empiezo yo a trabajar y a darme cuenta... Mi cabeza vuela, me imagino cosas y las traigo y a ellas les gustan mis ideas y ahí salimos todas y hacemos. Ahí me di cuenta que me gusta trabajar con las mujeres, para las mujeres.
¿Qué tipo de actividades hay en este grupo?
Verónica – Actividad productiva. Hacemos dulces, mermeladas. Con mucho proceso, muchos años del trabajo y de desarrollo, de independencia. Conquistamos cada pedacito y llevando a las compañeras a ganar este espacio continuamente. Empezamos en una escuelita rural y hoy tenemos un local grande con cocina, con salón de ventas, con todo. Todo eso conseguido a través de gestiones, de proyectos, de escribir experiencia... yo escribí una experiencia y ganó el proyecto.
¿Escribiste con la idea de hacer algo productivo?
Verónica – La cocina de la escuela.
¿La cocina?
Verónica – Pero a la vez es todo, porque trabajamos también... hacemos con talleres de salud, salud reproductiva, hacemos alianzas con otras instituciones, trabajamos medio ambiente. Es un grupo que a veces digo “me van a matar”. Saben de tal cosa, tal invitación... “Ustedes me van a matar.” Pero hay que estar siempre trabajando.
En esos primeros años, ¿te acuerdas de algo que te marcó?
Verónica – Yo, a nivel personal, me doy cuenta de que tengo que hacer cosas.
¿Pero qué te dio esa percepción? ¿Algo pasó?
Verónica – Hacer el proyecto. Estábamos con un ingeniero que trabajaba para nosotras, entonces, haciendo el proyecto. Yo agarré y empecé a trabajar con una compañera, que es como una hermana para mí; trabajábamos juntas y, entonces, hicimos nosotras y me doy cuenta de que tengo la capacidad, el poder de desarrollar una idea, de ponerla en el papel. Me di cuenta de que tenía esa habilidad de escribir, de poder formar una idea y de convencer. Íbamos a una entrevista y nos resultaba fácil convencer. Entonces, ahí fue que me voy dando cuenta de que sirvo para eso. Y, después, haciendo mucha capacitación en todo: liderazgo, gestión, marketing... tengo un currículo muy largo y, cuando haciendo uno de los cursos conozco a la presidenta de la Red de Mujeres de Uruguay hay una conversación. Nos conocimos y a los pocos días ella me llama y propone que nuestro grupo forme parte de nuestra red. ¡Qué bien Ahí comienzo trabajar en la Red de Mujeres.
¿Te acuerdas de tu primera participación en la Red?
Verónica – Trabajé primero con comisión del apoyo y, cuando fueron las elecciones de autoridades, me eligieron a mí como presidenta. Pero con muchos, muchos votos.
¿Cómo fue ese día?
Verónica – Muy, muy feliz. Que te reconozcan. Muy contenta de poder representarlas.
¿Te acuerdas de cómo llegó esa noticia?
Verónica – Sí. Estábamos en la reunión y la presidenta contó los votos, un día muy importante. Estaba todo mi grupo conmigo, mis compañeras, y se sentían ellas muy contentas, porque era su grupo y estaba para presidir una organización.
¿Todos levantaron la mano?
Verónica – Era voto secreto. Y fue un desafío muy grande para mí. Me di cuenta al otro día de lo que me esperaba.
¿Cuándo fue eso?
Verónica – Unos cuatro años.
¿Y cómo son las actividades de la red uruguaya?
Verónica – La red trabaja con grupos de mujeres que sean rurales y trabaja en diferentes temas. Lo trabajamos en talleres, abarcamos muchos temas.
¿Por ejemplo?
Verónica – Participación política, de género, violencia doméstica, salud, medio ambiente, producción, desarrollo, muchos temas. No trabajamos más porque no tenemos tiempo.
¿La Red apoya otros movimientos?
Verónica – La red apoya sus grupos, con talleres de capacitación. La red da un taller sobre agrotóxico, por ejemplo. Nosotras creemos que le damos a las mujeres la oportunidad de conocer. Nosotras llevamos las herramientas, ellas deciden.
¿Son muchos grupos?
Verónica – Para lo que es Uruguay, somos muchos. Somos 22 grupos de mujeres con diferentes características. Grupos sociales, muchos. Y grupos productivos, pocos. Muchos sociales, que trabajan muchísimo dentro de su grupo, que tiene mucha prevención de salud. Tienen un trabajo precioso de donación de sangre. Un trabajo sobre prevención de cáncer, prevención de drogas. Son grupos sociales y pocos productivos.
¿Hay alguna historia o algún momento que podrías contar que ilustra un poco la importancia del trabajo que haces con las mujeres? ¿De cómo, de alguna forma, afecta la vida de las mujeres?
Verónica – Afecta y mucho. A veces, hay personas que no están en el lugar, no ven como es funcionar con pocos recursos, sin una asesora, sin una administrativa, una secretaria. Todo el trabajo de una organización es directivo y, a veces, uno siente que no va más. Porque tienes que apagar continuamente incendios. Cumplirle a la Red LAC con sus compromisos, pero también cumplir a los correos electrónicos, que llegan muchísimos en el día, y también la representación en reuniones, en charlas y es un trabajo duro, que desgasta mucho. Hay que tener mucha fuerza de voluntad para seguir luchando. Además que somos mujeres pobres, que no tenemos recursos para movernos. Yo salgo, ahora no, pero hasta hace un mes, salía en bicicleta hasta la ruta y en la ruta esperaba el ómnibus que me llevaba a Montevideo. Muchas veces con frío, muchas veces con lluvia, muchas veces volver de noche. Siempre estás pensando en los demás y, a veces, me pasaba que a mí, me olvidaba de mí. Me olvidaba de Verónica. No me cuidaba, no me he hecho chequeo médico y me ha traído consecuencias por siempre estar corriendo. Pero no me arrepiento del trabajo, el crecimiento que he tenido, el desarrollo personal...
¿Qué tipo de cosas te dan animo?
Verónica – Me da ánimo cuando voy a visitar a alguien en su casa y me molesta muchísimo que es el hombre que sale, es el hombre que habla. ¡Falta tanto trabajo por hacer Cuando veo que las mujeres están en sus casas y no tienen como salir, no tienen su dinero... eso es lo que te da animo para seguir. Me propongo algo y sigo, sigo , sigo.
Has mencionado a la Red LAC. ¿Cómo empiezas?
Verónica – La Red LAC... Kika es un personaje. Es una de las fundadoras de la Red de Mujeres de Uruguay, pero también de la Red LAC. Yo conozco a Kika antes de integrar la red, trabajando en una mesa de desarrollo local que hasta hoy día formamos las dos y comenzamos una amistad muy linda. Hasta hoy día nos queremos mucho. Conversamos y nunca nos alcanza, nos vemos y nunca nos alcanza. Y ella me fue pasando toda su experiencia. En el 2005, ella viene a una reunión a Brasil donde se decide el 2º Enlac, en México. Entonces, ella me dice que si yo puedo ayudar en la coordinación y trabajar un poco en talleres previos que hicimos en Uruguay, antes de ir a México, y ahí comienzo con mis compañeras a trabajar. Trabajamos mucho, porque teníamos que ver los pasajes, hablar a las embajadas. Hicimos todo este trabajo previo. Y bueno, hasta que decidimos que yo era una de las mujeres que participara en el encuentro, porque Kika decía que era muy valiosa, que tenía de participar y así fue que participé con muchísimo sacrificio económico en el 2º Enlac.
¿Cómo es el proceso de prepararse para un Enlac ?
Verónica – Duro. Porque nosotras, en Uruguay, llegamos al acuerdo de que íbamos a dividir los pasajes entre las organizaciones que veníamos. Entonces, la red tuvo algunos pasajes y eso no era tanto por todo lo que está atrás de la mujer cuando tiene que salir a un encuentro. Que es que no tiene pasaporte, no tiene para pagar el embarque, no tiene ropa apropiada, no tiene su valija, son tantos detalles que es fundamental la solidariedad de las compañeras para poder ayudar a que una participe.
¿Cómo solucionar eso?
Verónica – Yo tengo amigas, muy queridas amigas, muchas amigas. Muchas no, porque amigo para mí es muy sagrado, y me dieron ropas para que viniera, la otra me dio la maleta, así se soluciona. Pero es difícil de venir, no tener un peso en el bolsillo, las mujeres de las delegaciones uruguayas fueron muy solidarias, muy compañeras todas. Hasta ahora que nos seguimos reuniendo después del Enlac, varias veces.
¿Hay también otro tipo de preparación?
Verónica – Sí, preparación en los diferentes temas que íbamos a tratar. La situación de las mujeres en Uruguay, por ejemplo. Y ahí era otro desafío traer a las mujeres para las reuniones preparatorias. Hicimos reuniones donde participaron las que venían a México y otras mujeres. Hicimos tres reuniones, previas y preparatorias para el Enlac. Traíamos un especialista en el tema, por ejemplo, para dar una charla.
¿Te acuerdas de una temática que crees que fue importante discutir en esta preparación?
Verónica – Temática no, pero sí fue muy difícil la discusión de la identidad, porque siempre es un tema interminable de discusión decidir quién es mujer rural. Quién era una mujer rural. Entonces, hay compañeras que se jubilaron o se quedaron viudas, viven el la ciudad pero ellas quieren seguir, pero la Red no quiere eso. La red quiere que viva y trabaje en el campo.
¿Que viva y trabaje en el campo?
Verónica – Que viva y trabaje en el campo. No que solamente viva: que trabaje en el campo; entonces, nos costó muchísimo tanto a las integrantes de la coordinación como a mí, que era la que presidía la organización, nos costó muchísimo poder decidir quienes venían...
¿Y aprendieron algo nuevo en esa preparación para el Enlac?
Verónica – Aprendí a respetar las opiniones de las demás, de otras organizaciones, y aprendí a respetar que ellas pueden pensar de otra manera. Que podemos tener diferentes enfoques dependiendo de la situación donde vivimos. Mi óptica puede ser una, la de una mujer que vive en el litoral otra, diferente a la mía y tan valiosa como la mía.
Y la llegada a México, ¿cómo fue?
Verónica – La llegada a México fue increíble. Nunca soñamos. Yo siempre digo que nunca soñé, ni lo pensé, ni estaba en mis planes llegar a poder ir a otro país que no fuera el mío. Y fue todo emocionante. Primero ver São Paulo de arriba, fue impresionante. São Paulo, porque hicimos escala en São Paulo. Bajar al aeropuerto fue increíble, nunca había visto tantas casas y, al llegar a México, lo mismo. México es impresionante.
¿Fue tu primer viaje internacional?
Verónica – No. Yo había... viajé a Río, a principios del 2005, a un encuentro. Y, en el Enlac, todo... la escala, el lugar donde estábamos era increíble. Ver tantas mujeres, esa diversidad de mujeres, diversidad de culturas, de razas, de lo que puedas imaginar. Tantas mujeres, tantas. Creo mucho en la cultura de cada una.
¿Qué te imaginabas del 2º Enlac cuando te hicieron la invitación?
Verónica – No me lo imaginaba, no sé, me imaginaba otra cosa. No sé, la verdad es que, una sorpresa, nunca he visto tantas mujeres juntas y de diferentes estilos. Después, toda la metodología, el trabajo fue excelente. Yo digo que todas podíamos ser protagonistas. Tuve en cuenta estos detalles de hacer a todas. Para mí, fue muy bueno.
Puedes describir un poco mejor eso de la metodología.
Verónica – A mí, me gustó muchas cosas. Desde como se formaron los grupos. Yo me acuerdo que habían dado la cinta y no sabíamos para que era y cada una iba con su cinta al grupo que entonces te tocaba al azar. Fue muy interesante la formación de los grupos. Y una cosa muy importante para mí es que estaba una asesora, pero la persona que coordinada el grupo, era una de nosotras, y a mí me tocó coordinar. Entonces veo eso de bueno en la Red LAC esa oportunidad que le da a las mujeres de poder sentirse. La asesora escribía todo lo que escuchaba, ella escribía. Pero nosotras con nuestras pares pudimos trabajar. Fue muy bueno. Eso fue muy interesante la participación de las mujeres, todas participaron, todas opinaron.
¿Esto también en la Red de Uruguay?
Verónica – También somos así. Otra cosa que sí me llamó la atención fueron temas que yo no sé por qué no tuvieron participación dentro del encuentro. El tema de comercio, por ejemplo. Éramos tres o cuatro mujeres, las mujeres se inclinaban más por los temas más sociales. Entonces, eso a mí me llamó la atención. Cuando daban a elegir el tema a las mujeres interesaban algunas cosas más que otras. Y a algunos no fueron mujeres, no tuvo convocatoria.
O sea, no había gente interesada.
Verónica – No había gente interesada.
¿Y alguna discusión que te marcó más?
Verónica – Yo tuve una discusión como coordinadora de la delegación. Estábamos en el almuerzo y se saca la compañera de la Argentina y le dice a una de las uruguayas: “tú estás permitiendo que en tu país se plante celulosa”. Y la uruguaya le dice – se puso bravísima: “que yo no, porque es mi gobierno”.
A mí me vino un momento muy difícil. Tener que decirle a una para que esperara. Estamos en la delegación de Uruguay y no todas pensamos igual en eso, con respecto a las plantas de celulosa, no conocemos el tema en profundidad, no vamos a entrar en discusión, no era idea nuestra. Pero ella, que era de otra organización, no sabía eso y se sintió muy mal ella de que yo la he hecho callar y estuvo muchos días disgustada, pero no era mi idea hacerla callar, la idea era calmar los ánimos y no entrar en algo mayor.
¿Cómo describes lo que es la Red LAC?
Verónica – Para mí, fue un encuentro de mujeres, donde llevan todas diversidades de costumbres y es muy, muy bueno. Hay cosas – estos encuentros de pasillo, conversaciones de las mujeres – que no se registran y son muy interesantes, muy buenas.
Un ejemplo...
Verónica – Yo tengo para contar la experiencia que tuve con María, una brasileña, un encanto de mujer que era mayor, que me decía en las noches: “Ven, Verónica” y me empezaba a cantar sus canciones. Hacía canciones para mí.
Muy, muy bonitas, nuestras conversaciones con María. Entre el “portuñol”, hicimos muchas relaciones con personas que marcan mucho. Conocer a Vanete fue impresionante, porque la conocía por Kika, pero uno no imagina la persona hasta que no ve su presencia.
¿Cuándo la conociste exactamente?
Verónica – En un momento que íbamos con Kika, y Kika llama a Vanete y le dice: “ella es Verónica, nuestra presidenta”. Y Vanete le dice: “¿Cómo Verónica? ¿Con ese color y uruguaya?” Y para mí fue una cosa sentirme tan orgullosa de mi color y fue muy, muy importante. Porque, aunque decimos que no somos racistas y que no hacemos discriminación, cuando yo fui niña, fui muy discriminada por mi piel ser un poquito más oscura que los demás. Como discriminamos a otro porque usa lentes y porque discriminamos a otro porque es gay. Entonces, esta es una discriminación y vivimos en esa cultura. Yo, después de grande, me valoricé. ¿Por qué es que yo tengo que tener la piel más oscura que los demás? ¿Por qué yo? Y, después de grande, me encuentro que soy y que es de mi raza, esa mezcla de razas que tengo, porque tendré unos cuantos tipos de razas en mi color, en mi tez.
¿Y te gustó oír aquello de Vanete?
Verónica – Sí. Yo era de color, con ese color y porque uruguaya somos todas. Toda la gente es mucha y muy diversa. Hay mucha gente blanca, hay mucha gente negra. Y es como que el país todavía no se dio cuenta de ello. Un 20% de la población es negra y que tenemos que aceptar eso y entonces son cosas que uno, con el tiempo, se va fortaleciendo.
Y al regresar a tu país, ¿qué llevas de nuevo?
Verónica – Muchas cartas, muchas oportunidades, mucho para hacer y que hemos podido hacer poco de lo mucho que llegamos.
¿Qué tipo de cosas?
Verónica – De lo que hemos hecho hasta ahora, hemos tenido encuentros entre las que fuimos a México. Nos encontramos para discutir de qué manera acercar a las mujeres rurales de Uruguay, para buscar la forma en que podemos lograr que las mujeres de Uruguay se unan. Porque hay mucha desunión de las mujeres, pero, a veces, yo pienso que no es tanto en las mujeres. Yo estoy convencida de que las mujeres somos todas iguales y todas tenemos los mismos intereses, las mismas necesidades, pero a veces depende mucho de lo que está atrás. Depende mucho de organizaciones, en muchas son hombres los que mandan a organizaciones de mujeres o son asesoras con mucha personalidad. Entonces, estamos en ese proceso en nuestro país, de poder lograr que las mujeres nos podamos unir.
Esa fue una decisión que…
Verónica – Llevamos desde el Enlac. Nos fuimos del Enlac con ese deber: poder lograr que las mujeres nos unamos.
¿Y son muchas mujeres en ese grupo?
Verónica – Que vamos asiduamente somos siete u ocho mujeres.
¿De diferentes partes?
Verónica – De diferentes partes, diferentes organizaciones, diferentes posiciones políticas, posiciones económicas.
¿Y el desafío es de unir?
Verónica – De unir.
¿Qué más? ¿Qué otros desafíos trajeron del 2º Enlac?
Verónica – ¡Ay Muchos más... Lograr nuestra identidad, nuestra autonomía. La identidad la estoy logrando porque estoy diciendo que sí acepto mi condición de mujer, de morena, de pobre. Yo digo que las personas valen por lo que forma una persona y no importa qué cargo que tenga. Es una de las cosas que yo veo hoy en la Red LAC: a las mujeres que son líderes, nosotras las vemos y las sentimos como líderes y referentes, pero ellas en ningún momento te hacen sentir que ellas son más que las demás. Ellas son mujeres que creo que hacen la diferencia, son mujeres como nosotras que nos tratamos igual, esto es lo que hace la diferencia en la Red LAC. Personas que son un pilar – no sé si ya ellas han tomado conciencia de lo que ellas han logrado de estos años para tras, si realmente saben el valor que tienen.
Y, además del encuentro entre ustedes del Uruguay, ¿tuvieron algún contacto con otros países? ¿Sigue esa articulación con otros países?
Verónica – No con muchos países, a no ser por Brasil. Con los países que han participado, la verdad que no, no hemos tenido contacto.
¿Cuál es el significado de estar en la Red?
Verónica – Creo que el significado está en tener un lugar de pertenencia.
¿Y tu familia? Han nacido tus otros dos hijos...
Verónica – En junio de 97, nace Federico y, en el año 99, en julio, nace Guillermo, mis dos hijos más pequeños…
¿Y cómo se quedan cuando viajas?
Verónica – Mi marido se hace cargo de su familia. Un día me pasó una cosa: cuando yo iba para México, una amiga, que hoy día está en un cargo muy importante del gobierno, me di¬¬¬¬¬¬ce “Vero, Vero ¿Cómo vas a hacer con los chiquillines? Pobre Jorge... ¡Lo dejaste clavado” Así se dice en Uruguay cuando tú dejas a alguien con todo. Yo me quedé fría, porque yo digo “¿qué hago ahora?” y le digo: “¿Sabes que no? Jorge se tiene que sentir orgulloso de que le doy la posibilidad de poder atender a sus hijos, yo creo que es una oportunidad que se le da. De que él pueda disfrutar de sus hijos y tener estos ratos que tenemos las madres, de complicidad. Yo creo que él gana.” Cuando llegué a mi casa, mi marido me dijo: “tú tienes que decir que es un trato entre nosotros y que somos nosotros las únicas personas a las que les interesa”. Si un día pasa que sea él que tenga que ir y yo quedarme con los niños... es posible, ¿no? Yo creo que una de las cosas que ha sido esencial para llevar esos años de trabajo y de lucha ha sido tener a alguien que me apoye, me acompañe, me dé fuerza, me dé siempre para adelante y por eso es que yo he podido llegar, ¿no?
¿Y hay una lucha principal en este momento?
Verónica – Yo creo que la Red de Uruguay está en un proceso de cambio. Porque nos estamos acomodando en un gobierno de izquierda. Y estamos tomando como una participación que le está dando el gobierno a la realización de planes, lo que te involucra en diferentes temas en el Ministerio de la Agricultura, en el Ministerio de Desarrollo Social. Entonces, yo lo siento así: como que buscando ese camino para tomar. Sentimos la participación de la mujer, no la participación partidaria, pero la participación política. Que es lo que está haciendo falta en este momento. Seguir trabajando el tema género, de que hace años que se viene trabajando.
¿Y qué ves del futuro? ¿Qué sueños tienen para la Red LAC?
Verónica – Sueño que se fortalezca mucho más, tenga mucho más grupos, que vengan nuevas mujeres, no importa si son jóvenes o más mayores, pero que venga gente nueva a la red, a la red nuestra del Uruguay, a la Red LAC. Y yo creo que está en un momento de un desafío muy grande, porque yo lo veo así como cuando uno tiene un hijo pequeño, es poco trabajo; a medida que el hijo crezca, el trabajo es más. Y yo veo que la Red LAC está creciendo, está creciendo bastante. Lo más lindo sería poder unir a todas las mujeres de América Latina y del Caribe y que estén todos los países, todas las mujeres, que siga para adelante, que siga creciendo. Que no falten nunca mujeres como Vanete, como Kika, como Betty en el alma de la Red LAC. Mujeres con eso que ellas tienen adentro.
Y para ti, ¿qué sueñas?
Verónica – Yo sueño lo que me toque vivir, no me interesa si sea bueno, sea malo, lo que el destino me tenga reservado. No importa si es bueno o malo. Lo que el destino me tenga. Que hasta ahora han sido muchos años tristes, muchos años felices y muchos años de crecimiento, conocimiento y formación. Si es lo que el destino me reserva, voy aceptar, siempre estar contenta a lo que me toque. Y valorar cada día más lo que tenemos.
Muy bien. Gracias. Por último, me gustaría saber qué te pareció participar de esta entrevista...
Verónica – Capaz que hay cosas que me las guardo.
Hace poco, hubo un llamado para una persona en el trabajo en que estoy, que fuera estudiado, que tuviera conocimientos de PC, conocimientos de Administración. Y le digo a las mujeres del grupo: “Yo a esa oportunidad quiero presentar, a competir para ganarme ese trabajo. Hace años que trabajo gratis”. Cuando veo los curriculuns de las mujeres, una contadora, una administrativo con curriculum grande, otra estudió Administración de Empresas, yo le digo a una de mis compañeras: “yo no quedo aquí. ¡Mira que curriculum de ellas Yo no voy a quedar”. Y ella me dice: “tú vas a quedar, porque tú conoces la realidad de la gente. Vas a quedar tú”.
En el día de la entrevista, nos fuimos a la entrevista todas las mujeres, cuando me toca a mí, yo digo “tengo que quedar, yo necesito”. Cuando me hicieron la entrevista, yo no me puse nerviosa, me puse impecable la entrevista, tenía menos estudios, pero conocimiento de la gente, que sabía ponerme en lugar de la gente y ponerme en lugar de un pobre asalariado que va a pedir un crédito. Entonces, con eso, me gané la entrevista y me gané el trabajo. Porque yo sé ponerme en el lugar del otro. Y eso yo lo manifesté en la entrevista y era mucha gente, mayoría hombres. Y me seleccionaron.
Me sentí muy contenta, porque valoraron mi trayectoria de trabajo, mi conocimiento del corazón, y a mí me encanta el trabajo que hago.
¿El trabajo en la Red es un trabajo voluntario?
Verónica – Voluntario. La Red tiene pasaje y alimentación. Pero después yo me encargo de toda la parte de secretaría, la parte de correo, la parte de hacer algún proyecto. Trabajo en mi grupo, con mis compañeras, una vez a la semana voy a picar con ellas las frutas. Me pongo los guantes. Trabajo con Jorge con los tomates y trabajo como gestora en una institución de discapacitados. Aquí me dan un sueldo, poquito, pero justo para mí. Yo tengo que hacer los proyectos. Son 26 chicos, jóvenes con distintas discapacidades intelectuales, físicas y psicológicas, psiquiátricas. Tengo mucho trabajo. Son cuatro hijos, niños, y mi marido.
¿Y cómo ves tu lugar en la Red LAC?
Verónica – Me veo nueva, recién conociéndola. Todavía no conozco bien como es el funcionamiento de adentro. Yo no quería venir para acá, porque yo pensaba que era Kika la que tenía que venir, porque ella ya sabía de la historia de la Red. Que yo no iba a aportar casi nada y ella insistió de que viniera. Ella insistió. Entonces, vine por acompañarla a Kika y ella muy contenta de haber venido. Gracias.
Mucha historia. Eres una mujer valiente.
Verónica – Un día, un amigo de mi marido, un profesor de él, le dijo: “¡Tu mujer es una guerrera” ¬¬Me dijo que yo que era una guerrera y de ahí estoy formándome la idea. Yo no tenía idea clara de la política de derecha, izquierda. No tuve tiempo de saber qué era un partido político, ni que era de izquierda, porque dieron un golpe de Estado. Yo no tuve tiempo de eso. Y recién ahora estoy viendo por qué sucedía tal cosa, por qué sucedía tal otra, por qué pasó en Uruguay y en América Latina. Estoy viendo recién ahora, nosotros nos borrábamos esta historia y cuando yo iba a mi escuela, era la dictadura y eso lo borrábamos. Nosotros vivíamos como nos hacían ver que estábamos en el lugar perfecto, la dictadura. Nosotros, como niños, no veíamos los desastres que estaban pasando. Creo que esa es una asignatura que tiene pendiente el Estado uruguayo, el gobierno uruguayo, de darnos la historia verdadera. Lo que pasó, como sucedían las cosas, te contaba de¬¬¬¬¬ tupamaros... ¿y por qué? Todas esas cosas son cosas que se quedan en la mente de los niños. Yo también voy con algo de aquí: buscar lo de mi padre ¿quién es? Quiero saber quién es, dónde vive, eso…
No lo conoces.
Verónica – No sé quién es, ni dónde vive, ni como es, nada.
¿Y los hermanos que mencionaste?
Verónica – Mis hermanos son por parte de madre. Mi madre, me tuvo madre soltera y me dejó con siete meses con mis abuelos. Ella se fue a trabajar en la capital, Montevideo, ahí se enamora, se casa y, a los siete años, él, su esposo, me reconoce a mí como su hija legítima. Yo me quedo con mi abuela, ella se va a Venezuela y no vuelve más. Cuando tengo 22 años, vuelve a Uruguay y yo la voy a conocer... Y dice: “yo no vine a hablar de ti, yo vine estar con mi suegra”. Me agarré a mi hija, que era pequeña, y “bueno, entonces yo me voy, quédate tú con eso”. Después, ella pide que me fueran a buscar. Pero hay pasos de la vida que quedan. Yo creo que uno puede tener muchas necesidades, pero no tengo que hacerles a mis hijos eso.
Yo tuve violencia física de niña. Cuando uno grande te quiere pegar, te quiere maltratar, que te da con lo que tiene, vos te sentís tan chiquito... Yo veo a mis hijos y no les pego, porque a mi mente vienen esos recuerdos. Entonces, mis hijos son muy libres, muy independientes. Hay padres que se justifican: “porque si a mí me pegaron, ¡yo les pego” Para mí, es al revés: a mí me ha pasado, a mis hijos no. A mí me cuesta abrir mi corazón.
Muchas gracias por haberlo hecho hoy.
Verónica – Es difícil. Hoy, hablando con Luz, le digo que cuando leíamos las preguntas se me iba pasando mi vida así rapidito, rapidito, como los que han estado en el más allá, que han muerto con un choque, un ataque cardíaco, y vuelven a traer a la vida. Que uno ve la vida en un instante. Te pasa la vida en tu frente en un instante.
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