Proyecto Perpetuando la Red LAC.
Realización: Red LAC y Museu da Pessoa.
Entrevistada: Eva Molina Chow.
Entrevistadora: Vanete Almeida (Rede LAC).
Lugar de la entrevista: Matagalpa, Nicaragua.
Fecha de la entrevista: 31/01/2007
Transcripción: Ricardo Viel
Para empezar, por favor, ¿cuál es tu nombre completo, la fecha y local de nacimiento?
Eva – Mi nombre es Eva Molina Chow. Nací el 11 de marzo de 1963, en Puerto Cabezas, o Bilwi, que es la región autónoma del Atlántico Norte de Nicaragua.
El nombre de su padre y de su madre.
Eva – Mi mamá se llama María Cristina Chow y mi papá se llama Juan Daniel Molina.
¿Sabes el nombre de tus abuelos?
Eva – Sí. Por parte de mi mamá, mi abuela se llama Isabel Chow y mi abuelo se llamaba Duncan... era el apellido de él, pero su nombre no me acuerdo. De parte de mi papá, mi abuela se llamaba Evarista Molina y mi abuelo Santiago Molina.
De la familia de tu madre, ¿qué sabes a respecto del origen de tu abuela?
Eva – La historia que mi mamá me contaba, y mi abuela también, es que su mamá es de origen miskita, de una isla de Nicaragua, del Atlántico Norte, y ella se juntó con un chino, que vino en los tiempos de la migración china a Nicaragua. Y de ellos dos, de esa paraja, nació mi abuela. Después de eso, mi abuela se juntó con negros de la zona del Caribe de Nicaragua, a la raza negra, que habita en la costa atlántica, y de ahí viene mi mamá. Después, mi mamá se juntó con un mestizo del norte del país. Yo también soy mestiza y mi mamá también, pero él es más de los mestizos del Pacífico, que no hay mezclas con razas negras, sino es una mezcla más de indígenas y todo esto de los españoles. Y de toda esa mezcla que hubo en el Pacífico vengo yo. Siempre digo que tengo una ensalada de sangre. Porque tengo sangre de chino, de negro, de indio.
Tú sabes algo sobre el cotidiano de tu abuela, ¿qué hacía?
Eva – Mi abuela vivió mucho tiempo en una isla, en el Norte...
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Realización: Red LAC y Museu da Pessoa.
Entrevistada: Eva Molina Chow.
Entrevistadora: Vanete Almeida (Rede LAC).
Lugar de la entrevista: Matagalpa, Nicaragua.
Fecha de la entrevista: 31/01/2007
Transcripción: Ricardo Viel
Para empezar, por favor, ¿cuál es tu nombre completo, la fecha y local de nacimiento?
Eva – Mi nombre es Eva Molina Chow. Nací el 11 de marzo de 1963, en Puerto Cabezas, o Bilwi, que es la región autónoma del Atlántico Norte de Nicaragua.
El nombre de su padre y de su madre.
Eva – Mi mamá se llama María Cristina Chow y mi papá se llama Juan Daniel Molina.
¿Sabes el nombre de tus abuelos?
Eva – Sí. Por parte de mi mamá, mi abuela se llama Isabel Chow y mi abuelo se llamaba Duncan... era el apellido de él, pero su nombre no me acuerdo. De parte de mi papá, mi abuela se llamaba Evarista Molina y mi abuelo Santiago Molina.
De la familia de tu madre, ¿qué sabes a respecto del origen de tu abuela?
Eva – La historia que mi mamá me contaba, y mi abuela también, es que su mamá es de origen miskita, de una isla de Nicaragua, del Atlántico Norte, y ella se juntó con un chino, que vino en los tiempos de la migración china a Nicaragua. Y de ellos dos, de esa paraja, nació mi abuela. Después de eso, mi abuela se juntó con negros de la zona del Caribe de Nicaragua, a la raza negra, que habita en la costa atlántica, y de ahí viene mi mamá. Después, mi mamá se juntó con un mestizo del norte del país. Yo también soy mestiza y mi mamá también, pero él es más de los mestizos del Pacífico, que no hay mezclas con razas negras, sino es una mezcla más de indígenas y todo esto de los españoles. Y de toda esa mezcla que hubo en el Pacífico vengo yo. Siempre digo que tengo una ensalada de sangre. Porque tengo sangre de chino, de negro, de indio.
Tú sabes algo sobre el cotidiano de tu abuela, ¿qué hacía?
Eva – Mi abuela vivió mucho tiempo en una isla, en el Norte del país, en el Atlántico.
Y la abuela de tu madre…
Eva – La abuela de mi madre vivía en la comunidad miskita que se llama Sandy Bay. De ahí, ellos salieron hasta Puerto Cabezas, o Bilwi. Mi abuela era costurera, se ganaba la vida cosiendo para la gente, hasta que se quedó ciega cuando tenía 50 años. Perdió la vista.
¿Ella vive?
Eva – Sí, ella vive. Tuvo seis hijos: tres varones y tres mujeres. Mi abuelo trabajaba en las minas, mi primer abuelo trabajaba en las carreteras. Porque mi abuela tuvo hijos de diferentes personas. Primero, estuvo con este señor negro, de quien parió tres hijos, mi mamá y dos hermanos. Después, se juntó con otro señor, que es originario de Pueblo Nuevo, Estelí, y con él tuvo tres hijos más. Entonces, mi primer abuelo trabajaba en carreteras, reparándolas. Y mi segundo abuelo llegó a la costa por la fiebre del oro, por la mina; ahí conoció a mi abuela y ahí se juntó con ella.
Después, mi mamá también creció una parte de su vida en la comunidad miskita, pero cuando tenía 10 años la llevaron a Puerto Cabezas y ahí conoció a mi papá, que también migró desde Estelí para allá, y a mí me parió cuando tenía 15 años.
¿Eres la primera hija?
Eva – Yo soy la primera hija. Soy la mayor y mi madre me parió adolescente – mi madre fue una madre adolescente. Se juntó con mi papá cuando tenía 14 años y cuando tenía 15 me tuvo a mí. Es analfabeta, mi mamá no sabe leer ni escribir, nunca fue a la escuela, porque en la comunidad donde ella vivía no había escuela y a ella le tocaba trabajar en el campo, trabajaba en la siembra de arroz, que se hace en esta zona, y pescando. Porque la comida de las personas de esta zona, viven del arroz, de la yuca, del banano, del plátano, de la pesca y de la caza de animales. En aquél momento, mi mamá sembraba arroz, la mandaban a cuidar del arroz para que no se los comieran los pájaros. Bajaba cocos... O sea, vivía en un ambiente muy natural y muy básico, de agricultura de supervivencia y de lo que la tierra y el mar le daba para comer. Mi abuela ahora, pues, como está ciega, no trabaja.
¿No es jubilada?
Eva – No, nunca tuvo ningún empleo para jubilarse. Empleo fue siempre de su casa, de hacer costura, de vivir del trabajo de ella y de su compañero.
¿Y la familia de tu papá?
Eva – Bueno, mi papá siempre ha sido campesino, toda la vida. Entonces, siempre han vivido de la tierra. La zona de Santa Cruz, Estelí, es una zona en que se producen ajos, que se siembra mucho ajo, tomate, y eso era lo que hacían. Y de eso vivían: los animales que tenían en el patio – cerdos, gallinas – y de vender ajos. Es una zona muy productora de eso. Siempre ha trabajado con la tierra, siempre ha vivido de eso, hasta que migró a la costa, porque quería vivir de la extracción de oro.
¿Y él estudió?
Eva – Tampoco estudió, nunca fue a la escuela.
Ni su papá, ni su mamá.
Eva – Ninguno de los dos. Nunca fueron a la escuela. No tuvieron la posibilidad de hacerlo.
¿Y tú sabes cómo tus padres se conocieron?
Eva – Cuando mi papá llegó a la costa no se quedó trabajando en la mina, porque trabajar en la mina era un trabajo muy duro, era un trabajo en que muchas personas morían. Morían de tuberculosis, sífilis, paludismo, de todas esas enfermedades.
¿Sabes de qué año estás hablando?
Eva – Estoy hablando del año 58, por ahí.
De los años 50.
Eva – Sí. Y entonces, él se puso a trabajar como vigilante.
¿De la mina?
Eva – De la mina primero, y, después, en Bilwi siempre ha existido el puerto, siempre hubo el puerto marítimo donde entraban a los barcos y esa parte que tiene que ver con la infraestructura portuaria. Entonces, empezó a trabajar en esto, de vigilante; él trabajaba en eso cuando conoció a mi mamá.
¿Y ella?
Eva – Mi mamá era muy niña, porque tenía 14 años y él tenía 20, 21.
¿Y qué te ha contado tu mamá sobre tu nacimiento?
Eva – Bueno, me contó que ella, después que se fue de la casa con mi papá, mi abuela se enojó mucho con ella.
¿Ellos fueron para una casa de ellos?
Eva – Sí, alquilaron un cuarto. Una habitación en otra casa, digamos, pero en el mismo pueblo. Y ahí mi abuela no le hablaba a mi mamá, ni nada; estaba molesta. Pero cuando yo estaba naciendo, mi mamá estaba mal, se había inflamado toda y buscó a una partera... y resulta que la señora tampoco sabía cómo atender a ese parto. Hasta que mi papá, al final, fue a llamar a mi abuela, le dijo que mi mamá estaba muy mal. Entonces, mi abuela llegó con una señora que ella conocía y entre las dos atendieron al parto.
¡Así naciste
Eva – Así nací yo. Fue un parto bastante difícil, pero que al final….
En la casa donde tu mamá vivía...
Eva – En la casa donde mi mamá vivía.
¿Y dónde viviste tu infancia? ¿Cómo era este lugar de la infancia?
Eva – Yo tengo recuerdo a partir de cuando vivíamos en Jinotega, porque me trajeron pequeña de la costa para acá. Mi papá quería volver a Estelí, pero en Estelí no encontró trabajo. Entonces, se fue a Jinotega, siempre de vigilante.
Trabajó en la planta Centroamérica, que es una planta que hay aquí en la región norte, en el departamento de Jinotega. Y ahí yo recuerdo mi infancia en el campo, siempre. Estudié en una escuela rural hasta el quinto grado. Fui a una escuela rural siempre con una bolsa de plástico donde llevaba mis cuadernos, usaba sandalias, chinelas de hule. Me acuerdo que tenía dos vestidos para ir a la escuela. Y mi vida fue muy rural, siempre estuve muy pegada a la tierra. Mi mamá, ella trabajaba matando cerdo, entonces yo, en mi infancia, vendí mucho. Vendí en la comunidad, vendí vigorón, vendí pan, vendí carne.
¿Cuántos años tenías?
Eva – Siete, ocho, nueve, diez, hasta los trece años yo vendí. Mi mamá hacía y yo salía a vender en la comunidad. Vendía carne, vendía chicharrones, vendía chorizo, todo, todo vendía. O sea, todo lo que mi mamá procesaba para vender, yo salía a vender.
¿Y te gustaba?
Eva – Bueno…no me acuerdo que me gustara, pero era un trabajo que tenía que hacer para poder comer en la casa, para colaborar en la casa. En general, todos trabajaban. Mis hermanos también trabajaban, iban al campo, mis hermanos sembraban con papá, sembraban repollo para gentes ajenas, o sea, trabajaban para los productores que les pagaban, eran obreros agrícolas. Mis hermanos chiquitos, pequeños, muy pequeños.
Una cosa por la que siempre peleé fue por ir a la escuela. Porque cuando yo tenía, por ejemplo, 13 años, mi mamá decía que ya no había necesidad de ir a la escuela, porque ya había estudiado bastante. Bueno, entonces yo peleé por eso.
Para estudiar.
Eva – Para estudiar. Hice tratos con mi mamá; por ejemplo, yo le dije: “mira, voy a lavar toda la ropa de la familia, la voy a lavar el fin de semana”, porque quería ir a la escuela; me levantaba a las tres, dos de la mañana para ayudar a mi mamá con el maíz.
¿Cuantos años Eva?
Eva – Con 11, 12, 13, 14.
¿A las tres de la mañana?
Eva – Sí. Y mi mamá también se levantaba, se levantaban mis hermanos. El único que no se levantaba era el más pequeño, más chiquito, que no podía, prácticamente, hacer nada; a las siete, ya había trabajado todas esas horas y ahí me iba a la escuela.
Eva, describe tu casa de la niñez…
Eva – Mi casa… Bueno, yo viví en diferentes casas, porque mi familia fue una familia que ha ido rotando, que ha ido cambiando de lugar. Entonces, yo viví en una casa, en un cuarto de alquiler, era en una colonia donde vivían muchas personas, o sea, alquilaban cada cuarto. Teníamos un lugar para poner una cama, otra cama.
En otro lugar donde viví era una casa grande de la compañía de luz, que dejaban a los trabajadores, a los empleados les dejaban una casa para vivir, viví como que tres años. Y después viví en una casa que compraron mis padres. Primero estaba en mal estado, después la fueron componiendo.
Y era en el campo...
Eva – Sí, en el campo. Yo siempre viví en el campo, hasta los 14, 15 años yo viví en el campo, en una zona productora de hortalizas. Hortalizas y leche.
¿Era bonito ese lugar?
Eva – Sí, era bonito. Yo todavía voy. Para visitar a la gente.
Tú, ¿cuántos hermanos tienes?
Eva – Nosotros somos ocho: tres mujeres y cinco hombres.
¿Podrías decirme sus nombres?
Eva – Yo soy la mayor. Mi hermano que me sigue a mí se llama Juan Daniel. El otro se llama Rubén. El otro Samuel. La otra se llama Isabel. El otro se llama Santiago, la otra se llama Gloria y mi último hermano se llama Victor.
¿Todos vivos?
Eva – Todos están vivos. Bueno, el que nació después de mí se murió, después de un mes de nacido, murió.
Pero los otros todos vivos.
Eva – Los otros todos están vivos, tienen su familia, a excepción de mi hermano menor, que está estudiando. Es el único. En mi familia, sólo pudimos estudiar dos. Yo, que soy la mayor, y mi hermano menor.
Solamente.
Eva – Bueno, mi hermana, después de adulta, empezó a sacar la secundaria, como se llama, acelerada. Y ahora esta sacando el magisterio, pero tiene 35 años. Empezó a estudiar como a los 28. Tuvo una vida muy dura.
¿Los otros trabajan en la agricultura?
Eva – Todos mis hermanos trabajan, bueno, a excepción de uno que trabaja manejando camiones. El que me sigue a mí. Maneja camiones, traslada mercancías, trabaja para un señor que tiene un camión. Pero mis otros hermanos todos viven del campo.
¿Tienen tierra?
Eva – Sí, ahora tienen tierra. Tienen 20 manzanas. Bueno, el que menos tiene, tiene cinco manzanas.
¿En esa región que tu naciste?
Eva – Sí, en la región en que nací, pero en la parte más central, digamos. Está entre Matagalpa y la RAAN. Aquí está Waslala, que pertence a Matagalpa; aquí está Zinica, que pertenece a la RAAN; aquí está la región donde viven ellos. Es una zona muy montañosa.
¿Fría?
Eva – No. Es la zona trópica húmeda, es una zona caliente en que llueve muchísimo en el invierno, no tiene camino de acceso, una zona que está bastante aislada. No hay camino de penetración. Sólo hay una carretera y después se tiene que caminar para llegar hasta allá.
¿Y cómo era la rutina de su familia cuando todos estaban en la casa?
Eva – La rutina de mi familia, bueno... Todos teníamos algo que hacer. En mi casa nadie no tenía que hacer.
Despertarse temprano…
Eva – Sí, jalar el agua. Jalar el agua que llegaba sólo a la mañana. Llenar los barriles. Esto nos tocaba a todos los chavalos. Mi mamá se levantaba para hacer el desayuno. Mi papá, como trabajaba de vigilante, siempre tenía turno. Entonces, él siempre estaba en turnos, siempre estaba trabajando. Y cuando estaba libre, salía a buscar chanchos para que mi mamá los matara…
¿Tu mamá mataba el chancho?
Eva – Sí, mi mamá. Mi mamá ha sido una mujer increíblemente trabajadora, siempre trabajó y sigue trabajando. Mi mamá siempre, siempre buscó qué hacer.
¿Cuántos años tiene ahora?
Eva – Ahora mi mamá acaba de completar 59 años, ahora. Es muy joven, pero está trabajando. Fuerte, una campesina.
Una mujer trabajadora.
Eva – Mucho, mucho.
¿Cómo describes a tu mamá?
Eva – Como una mujer muy trabajadora. Muy preocupada por tener una casa, porque sus hijos también tengan dónde vivir. Que vivan tranquilos. Es mediadora de conflictos ahora en la casa. Cuando pequeña, nos dio mucho maltrato, nos maltrató bastante. Por ejemplo, mis hermanos mayores y yo, hasta antes de mi hermano menor, nos pegaran bastante. Nos maltrataron mucho. O sea, por todo nos pegaban. Muchísimo maltrato de parte de mi mamá sobre todo. Mi papá, no se metió, nunca dijo ni para bien, ni para mal. A veces, en alguna ocasión, sí, pero nunca se metió a parar, digamos, los malostratos. Y todos, todos han vivido eso, en general. También a ella le pegaron mucho. Hay una historia. Le pegó su abuela, le pegó su mamá. A ella, mi abuela la dejó viviendo con mi bisabuela. Entonces, mi mamá es una luchadora, siempre ha peleado para que no anduviéramos desnudos, tuviéramos qué comer. Siempre, siempre.
Mucho trabajo…
Eva – Es un recuerdo mío positivo. No sé, siento que en cierta medida eso nos ayudó a nosotros. Nos ayudó a valorar las cosas. A tener presente siempre que tener algo significa cuidado, trabajo duro. Entonces, es como una escuela de eso, independientemente de cómo sea hecho. Que yo tampoco comparto. No me parece bueno el método e intento ahora hacerlo diferente, por lo menos yo en mi vida, a otros niveles, con la gente que me relaciono. Pero cuando quiero sacar lecciones de eso digo: aprendí, aprendí a valorar, aprendí a cuidar, aprendí a reconocer, a identificar las cosas que no me gustan, las cosas por qué luchar.
¿Y a ti qué te gustaba hacer cuando niña?
Eva – Me gustaba estudiar y me gustaba aprender cosas. Por ejemplo, yo era muy curiosa con cosas, yo estudié primero en una casa, que no era una escuela, sino una casa que había prestado una familia de la comunidad. Y ahí aprendimos esas cosas que siempre ha habido, que hay gente que enseña tejer, cosas de manualidades, yo me acuerdo que en esa época también había la Alianza para el Progreso.
De los Estados Unidos…
Eva – Y que mandaba un vaso de leche con queso. Entonces, a mí me gustaba aprender. Yo aprendía un montón de cosas de manualidades, siempre era muy curiosa. Yo quiero hacer eso, yo quiero hacer lo otro, yo quiero aprender... entonces aprendí a tejer, por ejemplo, me hacía mis faldas. Aprendí a cocinar, con una muchacha norteamericana de la comunidad que nos enseñaba a hacer comida de otra manera, entonces me metí en la cocina y ahí estaba. Y, después, hacer cosas de adorno.
Participé, me acuerdo, una vez de un concurso nacional. Del área rural, nos llevaron a Managua, porque nos enseñaron a hacer diferentes cosas con productos naturales, entonces yo aprendí a hacer arreglos naturales y había hecho uno muy bonito, entonces con eso me llevaron a Managua.
¿La primera vez?
Eva – Sí, la primera vez. Y así fue, siempre fui muy curiosa de aprender cosas nuevas. Siempre.
¿Y esta primera escuela que quedaba en una sala era cerca de tu casa?
Eva – Sí, estaba cerca. No era lejos. Tenía que caminar, que sé yo, 10 minutos.
¿Y cómo era el cotidiano de la escuela?
Eva – Bueno, había tres maestras nada más. Un grupo estudiaba en el corredor, otro adentro y otro de otro lado. Y teníamos las clases, el recreo: a las diez jugábamos en un espacio ahí en la carretera.
¿A qué jugaban?
Eva – Jugábamos el juego de aquí que se llama Doña Ana, un juego de dar prendas. Jugábamos cosas de prendas, de entregar prendas, de ganar prendas. Jugábamos también pelota, a saltar las cuerdas, el jack, la pelotita de tirar para arriba y coger una piedra. Con piedras. Piedras y limones. Hacíamos nosotras, porque no teníamos cómo comprar un coso de esos que vendían. Entonces, con los limones hacíamos la bola y con las piedritas… Eso era el juego. Jugábamos también un juego que se llama el reinado, que son dos equipos: uno que tira la pelota y hay que jugar a la pelota para irse sacando del juego, hasta cuando ya no hay nadie adentro. Y el voleibol también, con los chavales. Me gustaba. Siempre me gustó hacer deportes. Yo hice deporte hasta los 21 años prácticamente. Hasta que me quedé embarazada hacía deporte.
¿Qué te gusta recordar de tu niñez?
Eva – ¿Qué me gusta recordar de mi niñez? Me gusta recordar los juegos que hacíamos, porque hacíamos cosas alegres. Éramos un chavalero muy grande en la comunidad, entonces eso era muy bonito. Me gustaba recordar, también, cuando montaba a caballo, que era una cosa que a mi mamá no le gustaba, pero yo me montaba. También me gustaba recordar que me bañaba mucho en las pozas en el río. Cuando era invierno, cerca de casa pasaba una quebrada, ahora ya no hay nada.
¿Y tú podías bañarte?
Eva – Sí. Nosotros nadábamos, saltábamos del puente. Hacíamos muchas cosas con el agua en aquél momento. Había mucha agua. Esas cosas de mi niñez, yo extraño.
Y de la juventud, ¿dónde estaba usted en la juventud?
Eva – Una parte la viví en el sur de la RAAN, en las minas. Otra parte la viví en Puerto Cabezas, en Bilwi, y la otra parte, ya con 22 años, viví en Chinandega, un año y medio, y la otra parte la viví en Muy Muy, en un municipio de Matalgalpa.
¿Y cuáles eran las diversiones de su juventud?
Eva – Bailar, pasear... En un momento también fue todo el proceso revolucionario.
¿Cuándo?
Eva – En 1979, yo me empecé a meter en actividades políticas. O sea, yo empecé a hacer parte de célula política en el instituto en que estudiaba. Ya empezaba a hacer a participar de los mítines y hacer manifestaciones. Todo esto en el 78, 79, y todavía era una chavala. Después, mismo en 79, ocurrió una situación grave en mi familia, ahí me tuve que ir.
¿Qué paso?
Eva – Bueno, fue conmigo. Fue una historia de violencia, de la cual tuve que irme de mi casa. Ahí fue cuando volví a la costa. Con 15 años. Y seguí metida en la escuela. Ya era parte de una célula sandinista. Ahí también seguí haciendo trabajo político con los estudiantes. Mandaba información a otra brigada, otro centro de estudio. Yo estaba más en lo que en ese tiempo se llamaba el Frente Urbano, Frente Urbano Juvenil. Éramos estudiantes de la secundaria. En eso teníamos bastante actividad de explicar a los estudiantes el por qué de la lucha sandinista. Por qué se quería una revolución. Todo eso. Primero hacíamos una propaganda, me acuerdo, en el sótano de la escuela. Ahí con los muchachos, con los mimeógrafos de mano, con tinta, y sacábamos dos mil boletas y las repartíamos. Era un trabajo clandestino muy fuerte.
Y mismo con ese trabajo político, bailabas, hacías fiesta. ¿Recuerda cómo eran las ropas, cómo te vestías?
Eva – Yo siempre andaba con pantalones y camiseta. Siempre. Siempre me ha gustado vestirme así, porque era más cómodo. Podía hacer cualquier cosa de pantalón y camiseta. Short, pantalón corto, pantalón largo, camiseta. Sólo utilizaba falda porque en la escuela era obligatorio. Pero todo el resto, pantalón.
¿Algo más en tu rutina, además de estudiar y los trabajos políticos?
Eva – Bueno, en la casa echábamos tortillas para vender.
¿Estabas con tus papás?
Eva – No, no estaba con mis papás, estaba con mi abuela materna. Y luego, como en la casa de mi abuela había mis tíos, que eran mayores que yo pero jóvenes, entonces salíamos a fiesta, a ver los partidos de beisbol los domingos en el estadio del pueblo. Eso, básicamente. Muchas actividades en ese sentido. En el año 78, en mayo, a mí me mantuvieron presa por una semana. Por ser, ¿cómo se llama? Subversiva.
¿Una semana?
Eva – Sí, porque yo escribía poemas en esa época.
¿Te acuerdas de alguno?
Eva – Poco, poco me acuerdo de lo que escribía. Escribía sobre la revolución. Entonces, yo hice un poema para el día de la madre y lo leí en el acto público, que era un montón de gente. Fui al micrófono y lo leí. Y también otra muchacha, que era de la misma escuela, leyó otro poema. El mío era sobre la madre guerrillera, por eso me llevó la guardia de la casa de mi abuela, me preguntaron, me interrogaron.
¿Te maltrataron?
Eva – No. No me tocaron. Pero me preguntaron mucho: por qué había hecho eso, de dónde me venían esas ideas, quiénes eran mis asesores o la gente que me metía esas ideas en la cabeza. Que si es que mi familia estaba involucrada. Nos cuestionaron mucho a las dos por separado. Pero después nos sacaron, nos dejaron libres. Al final, el teniente dijo: Eso son chavaladas.
¿Qué son “chavaladas”?
Eva – Como cosas de jóvenes. Y después de eso, yo estaba metida con todos los contactos de la columna Pablo Ubeda, de la costa, que era la columna de Guerrillera. Nos mataron a un compañero muy querido. Era un compañero que yo había conocido en Jinotega. Lo mandaron para allá y dos días antes de que hubiera hablado con él sobre una movilización que se iba a hacer, de jóvenes, había entrado un montón de guardias a la zona. Lo llevaron a la montaña para que no les agarraran. Pero, dos días después, lo mataron y hubo una masacre muy grande de estudiantes, en mayo del 79. Esto me indignó mucho, porque, claro, todos los que mataron eran chavalos muy jóvenes, adolescentes. Y después de eso, como me metí más, incluso quería irme a la montaña, todas esas cosas. Pero no me dejaron hacerlo. Me dijeron que no, que tenía que seguir haciendo el trabajo político donde estaba. Que le íbamos a ganar. Todas esas cosas políticas que teníamos en este momento. Tenía un profesor, un maestro, que estaba bien metido.
¡Qué tiempo increíble
Eva – Sí, muy grande. Mucha experiencia también.
Muchos dolores...
Eva – Muchísimos porque había de todo, habían muertos. Lo primero que hice fue meterme en la cruzada de alfabetización. Entonces, ya me metí en toda la organización de la cruzada.
¿Eso después del triunfo?
Eva – Sí, en el 79. Después, seguí estudiando. Después de la cruzada fue la organización de todos los colectivos de educación popular. Anduve bastante tiempo metida en la montaña con el tema de la educación. Yo, chavala, andaba metida ahí con otro grupo de jóvenes. Todo eso en el Norte, que en ese momento era incomunicado. Ahí era un día de camino. Lodo, por la montaña, pura pata, como decíamos nosotros. Hablando con la gente, organizando las cosas, entregando material, dejando coordinadores, dejando los contactos, todo eso hice. Y después de eso, me metí al ejército.
¿Al ejército? ¿Por cuánto tiempo?
Eva – En el ejército estuve dos años y un año en el Ministerio del Exterior.
¿En el gobierno local?
Eva – No, en el gobierno sandinista.
¿En nivel nacional?
Eva – Sí, en el 81, 82, 83. Estudiaba también, seguí estudiando, seguí metida en la parte militar. Estuve en la frontera seis meses. En toda la parte de lo que se llamó la guarda frontera, que eran como cinco batallones en la frontera. Ahí estaba. Estuve bastante tiempo. En un batallón en que sólo había ocho mujeres. Donde yo estaba, en mi compañía, éramos 130 y sólo yo era mujer.
¿Eso era difícil?
Eva – Mis compañeros me cuidaban. Me querían mucho. Me animaban mucho. Era como una reina.
¿No había discriminación?
Eva – No. Yo sólo una vez tuve un percance con un compañero que intentó tocarme. Entonces, le puse el fusil. “Si usted me toca le mato”, dije. Como andaba siempre armada, era una manera de defenderme, ¿no?
¿No tienes fotos?
Eva – No, en ese tiempo no teníamos ni cámara ni nada. Vi morir a muchos de mis compañeros. Muy queridos. Estuve en varios combates, nunca me pasó nada. Tuve mucha suerte.
¿Y con quién combatían?
Eva – Con los contrarrevolucionarios. Nosotros estábamos en la mera raya con Honduras. Nos bombardeaban. Teníamos que vivir casi en medio de la tierra, metidos en los refugios. Teníamos un armamento muy grande que cuidábamos, que manteníamos listo para cualquier cosa. Hacíamos exploraciones. Estábamos siempre atentos, con turnos, con todo.
Y después de eso, pasé al Ministerio del Interior, porque hubo una jornada muy grande de hacer la cédula a la gente en la costa. Porque había gente que se las estaban llevando; a comunidades enteras, miskitas, se las llevaban a Honduras. Secuestraban todita la población, dos, tres mil personas. Entonces, el gobierno decidió en ese momento hacer una cedulación grande para saber quienes son las personas, cómo se llamaban, sus rostros. Para saber cuántas personas se llevaban. Era, prácticamente, un trabajo militar. Entonces, ahí entramos en toda esa zona, levantamos información. Estuve metida un año. Después, me salí de todo eso.
¿Y qué fuiste hacer?
Eva – Cuando salí de eso terminé mis estudios y empecé a trabajar como docente en una escuela agrícola. Y, después de la escuela agrícola, tenía contactos con un proyecto grande que había en Chinandega, que se llamaba CHinorte, un proyecto de desarrollo. Trabajaba en la parte de experimentación, de probar variedades agrícolas, de probar frijoles, si funcionaban en la zona o no. El maíz.
Volví, pues, al campo otra vez. De nuevo. Fui a sembrar áreas forestales con los estudiantes. O sea, formar gente en el área agrícola.
¿Y casamiento e hijos?
Eva – Bueno, de verdad, nunca me he casado. He tenido relaciones de pareja estables, digamos. La primera pareja la tuve a los 21 años, cuando me quedé embarazada.
¿Estabas en el ejército?
Eva – En este momento, estaba saliente. Entonces, me quedé embarazada, ya tuve que plantear la vida de otra manera. Empecé a trabajar. Estuve con el padre de mi hija prácticamente sólo dos años y medio. Porque después me separé de él. Cuando mi hija nació, viví todavía. Él estaba estudiando, yo era la que trabajaba.
Yo me cambié de escuela, porque no quería trabajar en Chinandega, es una región del país que no me gusta. Muy caliente, una zona muy seca. Yo no me sentía bien ahí, entonces yo quería volver al Norte o irme a la costa. Pedí un traslado, me vine a trabajar a Muy Muy y ahí estaba él estudiando. Terminó los estudios, empezó a trabajar. Pero cuando él empezó a trabajar, yo quería empezar a estudiar, ahí empezaron los problemas
¿Y ya tenías un hijo?
Eva – Tenía a mi hija.
¿Cómo se llama?
Eva – Mi hija se llama Karen.
¿Sólo la tienes a ella?
Eva – Sólo tengo una hija. Nos separamos y, después, él murió. Seis meses después que nos separamos, él murió. La niña yo la tenía con la abuela; y me la traje para Muy Muy.
Dos años después, me junté con un compañero. Un compañero de España. Y viví con él seis años.
Después, de 1986 al 1991, trabajé en Muy Muy, con una formación técnica grande. Eran 400 estudiantes internos en escuela. Había dos carreras, Agronomía y Zootecnía. Ahí, yo seguí siendo del frente sandinista, del comité de base. Seguí haciendo trabajo político como siempre, como maestra. Y en el 88 empecé la universidad. Y después que empecé la universidad, terminé la carrera trabajando mucho, trabajando y estudiando.
En 91, cuando acabo de terminar mis estudios, conocí a la gente del Colectivo de las Mujeres de Matagalpa. Y me propusieron trabajar con la parte rural. Empecé a trabajar con lo que es la Coordinadora de Mujeres de Pancasán. En ese momento, era un trabajo que las mujeres habían demandado. Un trabajo grande en dos partes. Una parte que era la parte productiva económica y la otra que era la parte más relacionada con el cuerpo, la sexualidad. Nosotras empezamos un trabajo muy grande.
Había conocido a tres de las mujeres que estaban en el colectivo: Ana Ara, conocí a Marta Giral, se llama la otra compañera, y después me presentaron a otra compañera, Magaly. A través de ellas me preguntaron si quería trabajar en el colectivo. Y me vine.
Quiero volver un poco. ¿Cómo fue el nacimiento de tu hija?
Eva – Tuve un embarazo muy complicado. Primero, porque no me quería quedar embarazada. Yo no quería, con 21 años, nunca un embarazo. Pero bueno, me encontré con él por todas las razones que hay, por la falta de protección, todas esas cosas. Tuve un embarazo fatal. Yo, al revés de engordar, bajé de peso. Estuve enferma varias veces. ¡Uf Incluso, cuando tenía seis meses, estuve hospitalizada una semana, porque tuve síntomas de aborto. Siempre estaba enferma, siempre andaba vomitando. Hasta la hora del parto. Un embarazo muy, muy complicado.
¿Nació normal?
Eva – Eso sí, normal. En el hospital de Chinandega la tuve. Me acompañó la abuela de ella por parte de su papá. Mi mamá llegó dos días después. Llegó para verme dos días después, con gallina, pinol, todas esas cosas que aquí son culturales, de la comida. Y me quedé en Chinandega. Sólo un mes hice yo de reposo, después seguí trabajando.
¿Y la maternidad cambió tu rutina?
Eva – No mucho, no mucho. Porque después de un mes de parto yo empecé a trabajar. La niña se quedaba con su abuela. Yo viajaba todos los fines de semana.
¿Y no amamantabas?
Eva – Sólo un mes. Y, después de esto, la cuidó su abuela. Yo sólo los fines de semana estaba con ella.
¿Tu madre?
Eva – No, la madre de su padre. Cuando después la traje a Muy Muy, estuve más tiempo con ella. Se me enfermó mucho en Chinendega. Hasta los cuatro años estuvo muy enferma. Tuvo tuberculosis a los dos años. Estuvo hospitalizada como dos meses, con suero, tratamiento, todo. Diarreas a cada rato. O sea, tuvo una infancia muy complicada por las enfermedades. A cada rato tenía que salir corriendo, a dejar dinero, a ver como estaba, buscar un médico.
¿Y eran tú y la abuela?
Eva – La abuela, solamente que la cuidaba. La traje a Muy Muy y ahí ya se animó bastante. La tenía ahí, en la escuela, había una compañera que me apoyaba cuidándola mientras yo trabajaba. Pero como era en el mismo centro todo, o sea el internado, los dormitorios de los maestros, las salas de clases, entonces yo la miraba bastante. O sea, la miraba al medio día, cuando comíamos, se tenía que preparar la clase; entonces, me iba a casa a preparar, entonces ahí la miraba.
Y después, me junté con el otro compañero y él me apoyó mucho. Los seis años que estuvimos juntos, él estuvo muy pendiente de la niña.
¿Y ella pasó a vivir con ustedes?
Eva – Sí, sí. Cuando yo me vine a Matagalpa ella se quedó con él en Muy Muy todavía. Porque yo me vine a Matagalpa en septiembre del 1991, vine a trabajar en el colectivo y ella todavía no había terminado el año escolar, entonces esperamos por terminar el año escolar para venir a Matagalpa.
¿Cuándo empiezas a participar y a preocuparse como mujer?
Eva – Bueno, yo pienso que desde que estaba en la revolución, porque cuando estaba en la revolución de Nicaragua yo hice muchísimo trabajo con las mujeres en las cooperativas. Trabajé en la campaña del 84 de la campaña Sandinista y a mí me tocó trabajar con cooperativas, y en las cooperativas sólo habían mujeres. Entonces, con las mujeres organizamos las brigadas, organizamos todo lo que se llamó en ese momento la “defensa de la revolución”. Cómo estructurar para que las mujeres pudiesen ir a trabajar al campo y tuvieran quién cuidara a sus niñas, sus niños. Yo empecé desde mucho antes, ¿no? En toda la parte de organización. Eran las cooperativas y todo eso, pero con un trabajo muy enfocado en las mujeres. El tema de la propiedad también – que las mujeres se sintieran dueñas de sus propiedades, que no se sintieran aparte, que no dijeran que “la propiedad es de mi marido”, sino que de ellas también, porque ellas trabajaban. Yo ubico ahí mis raíces de trabajar en la lucha de las mujeres.
¿Y qué preocupaciones tú tenías como mujer?
Eva – Para mí, una preocupación grande era que a las mujeres no se les reconocía su trabajo. Siempre se hablaba de los hombres, por ejemplo, nunca se hablaba de que las mujeres estábamos al frente de las cooperativas. En la historia de la revolución, todavía falta recuperar esa parte de la historia.
¿Cuánto fue el aporte de las mujeres en ese momento? Las cooperativas las mantuvieron ellas, porque los varones andaban en la guerra. ¿Cuántas mujeres participaron en la guerra? ¿Cuántas mujeres andaban metidas en los batallones, en esa parte de la defensa de la revolución? Recuperar todo ese aporte de la historia de las mujeres para mí es importante, para mí es una preocupación, siempre.
Después, cuando yo entré al colectivo, para mí fue otra dinámica, en el sentido de que yo empecé a trabajar temas que nunca había trabajado. Por ejemplo, yo nunca había trabajado todo lo que es la violencia contra la mujer. Yo nunca había hablado de mi historia personal, por ejemplo. Nunca. Todas las cosas que me habían pasado, las había guardado como en una cajita. Y en el colectivo yo pude trabajar eso. Cuando yo llegué.
Entonces, aprendí muchas cosas. Aprendí de donde venía, por qué nos pasaban esas cosas. Empecé a entender, digamos, a encontrarles una base, un sustento, y también empecé a creer que es posible cambiar eso, que no se tiene que vivir toda la vida así. Aunque yo, en lo personal, lo rechacé desde siempre; por ejemplo, mi hija no tuvo un maltrato mío. Porque yo viví tantos malostratos que yo no puedo maltratar a mis hijos así. Tiene que ser diferente, ¿no? Entonces, mi historia personal cambió.
Después ya fui fortaleciendo mi nivel de conocimiento, fui entendiendo que mi historia es muy parecida con las de otras mujeres. Que esas cosas se pueden transformar. Toda la ignorancia que uno tiene sobre su cuerpo, sobre la sexualidad. Sobre cosas que no pueden ser permitidas dentro de la vida, en todas las relaciones familiares, dentro de las relaciones de pareja. Empecé, digamos, a descubrir todo el feminismo. Nunca había oído hablar de feminismo, siempre había oído hablar de revolución, pero nunca de feminismo. Entonces, esto empecé a entender.
¿Cómo descubriste el feminismo, en el colectivo?
Eva – Sí, nosotras hacíamos talleres en el colectivo. Primero hicimos todo un proceso de reflexión personal sobre nuestras historias personales. Sobre el conocimiento del cuerpo, sobre la sexualidad, sobre qué pensaba, qué idea teníamos nosotras sobre, por ejemplo, el aborto. Qué ideas teníamos nosotras sobre el abuso sexual, todas esas cosas que pasan en nuestras vidas cotidianas y que muchas veces no las vemos.
Y también ahí empecé a entender que son las mujeres las que han levantado la historia. Empecé a conocer la historia de las mujeres y de ahí empecé a identificar de dónde viene esa palabra, feminismo. De dónde surge. Cuál es su propuesta, todo eso lo aprendí en el colectivo. En Nicaragua, se llamaron jornadas feministas, fueron jornadas que duraron hasta 1994. Fue un auge muy grande, en ese momento, del movimiento de mujeres de Nicaragua, pero que primero pasó por un proceso de reflexión. Todo ese proceso de reflexión se hizo en el colectivo, un proceso grande. Fue cuando se hizo el primer Encuentro Nacional de Mujeres en Nicaragua, que fue un encuentro grande, donde se formaron las redes. Por ejemplo, se formó la Red de Mujeres contra la Violencia, la Red de Mujeres para la Salud, por la Economía, por la Sexualidad.
¿Redes nacionales?
Eva – Nacionales. Pero, antes, nosotros teníamos una red en Matagalpa, que se llamaba la Red de Mujeres de Matagalpa que todavía está. Y la Red de Mujeres de Matagalpa también tenía su propio proceso de reflexión. Sobre todo, entramos en una etapa muy de análisis, digamos, de reflexión, de entender primero las cosas. Ahí empezó mi lucha más de políticas públicas, de presión al Estado. Sí, sobre todo esos dos casos, de políticas públicas y que el Estado cumpla con esa política favorable a las mujeres.
Después, han venido todos los otros acontecimientos. Han venido los encuentros, han venido las jornadas, ha venido lo de Beijín, lo de Cairo…Todas las políticas de población. Después vino todo lo de la conformación de la Red Latinoamericana de Mujeres contra la Violencia, después vino todo el esfuerzo nacional que se hizo para la conformación de las comisarías de la mujer, todo un trabajo para que los colectivos de trabajos de las mujeres empezaran a ampliarse.
Al inicio, nosotras trabajamos en el área rural con las mujeres, en todo ese proceso de organización, de reflexión, de fortalecimiento de las capacidades humanas-ideológicas en las comunidades de mujeres rurales... Que es un trabajo fuerte.
¿Y AMLAE?
Eva – En ese momento de la historia fue cuando se empezaron a separar varias casas de la mujer de AMLAE, o sea, el colectivo de las mujeres surgió en ese momento. Yo entré en la segunda fase, digamos, del colectivo. La primera fase fue del 86 al 90. Después, con las elecciones, se entra en la segunda fase de la historia de las mujeres. Fue cuando ya empezó a hablarse de feminismo.
¿En la segunda fase?
Eva – Sí. En la primera fase se hablaba en grupos pequeños. Pero después no, la propuesta se empezó a ampliar, ya se hicieron más debates públicos. Fue cuando se empezó a presionar, porque teníamos que participar en la política de salud de las mujeres, teníamos que participar en la política contra la violencia. Teníamos propuestas. Entonces, se fueron creando diversas cosas. Diversos espacios. Diversas formas, también, de presionar al Estado, a los gobiernos.
¿En la primera fase, ustedes estaban más allegadas al gobierno?
Eva – No. El colectivo era como una organización autónoma desde el inicio. Siempre. Las mujeres que se juntaron y formaron la organización vienen de diferentes experiencias. Una viene de Conapro, lo que era la organización de profesionales de Nicaragua. Otras venían de trabajar en radio. Otras venían de trabajar en el Ministerio de la Vivienda y Asentamiento Urbano, otras venían del Ministerio de Salud. Y otras habían sido, por ejemplo, políticas departamentales del Frente. Y salieron, la sacaron. A compañeras fundadoras las expulsaron, porque eran lesbianas.
¿Expulsaron de qué?
Eva – Del Frente, en aquel momento. Entonces, esas mujeres se empezaron a juntar y ahí surge, digamos, el colectivo.
¿Hay un momento histórico en el movimiento, de tu actuación, que tú recuerdas con fuerza?
Eva – En estos años, recuerdo muchas cosas con fuerza. Recuerdo cuando se juntó la Red de Mujeres contra la Violencia.
¿Latinoamericana?
Eva – La nicaragüense y la latinoamericana. O sea, yo estuve en estos dos momentos de la historia. Son de las cosas que para mí es un proceso que tiene que continuar.
¿Cómo está la Red Contra La Violencia?
Eva – Ahora, con bajo perfil, digamos. Ha habido conflictos por cuestiones políticas, por diferencias. La cooperación también a metido los grupos de mujeres en unas discusiones que tienen que ver más con negocio que con la política. Entonces, esas cosas son complicadas dentro de un movimiento y han afectado.
Otro momento que recuerdo, fuerte, es toda la pelea con el Ministerio de la Salud, dentro de la Red de Salud, lucha contra la mortalidad materna. También he estado representando mucho al movimiento de Nicaragua en espacios internacionales. Fui a la preparación de Beijín, en Argentina, en Cairo también.
¿Y fuiste a Beijín?
Eva – No. A Beijín fueron otras mujeres. Después, fue a la Red de Mujeres Rurales, la conformación de toda esta red de mujeres rurales. Coordinar las organizaciones que participaron en nivel de país, que se interesaron por la propuesta también. Que no la vieran como una cosa de un grupo, sino que la vieran como una oportunidad de fortalecer el movimiento de mujeres rurales en el país. Entonces, eso son cosas de las que yo recuerdo mucho y que sigo conectada, o sea son cosas que no me he desconectado para nada.
¿Y qué consideras que cambió en tu vida después de participar en el movimiento de mujeres?
Eva – ¿Qué cambió en mi vida? Creo que cambió ideas y maneras de ser. Porque me siento una mujer tranquila, me siento una mujer que puede estar feliz por lo que hace. Digamos, no me siento una persona que no ha logrado su objetivo, una persona que no puede estar sola. Eso, para mí, es muy grande, porque yo converso con las mujeres y a mí me preocupa, a veces, que se sienten solas.
Tienen que tener un hombre...
Eva – Que tienen que tener un hombre y que tienen que tener...
Yo trabajo con diferentes mujeres todos los meses. Yo estoy muy conectada con mujeres.
¿Rurales?
Eva – Yo trabajo con mujeres rurales. Esa es mi vida. Ahora somos más de tres mil mujeres rurales organizadas en esta región. Esa es la idea. La fuerza la ponen ellas.
¿Y están en diferentes movimientos, las mujeres con quienes tú trabajas?
Eva – Sí. Bueno, ellas tienen diferentes maneras de estar organizadas. Tienen la organización propia de mujeres de la comunidad. Tienen una casa de la mujer y en esa casa están desarrollando diferentes proyectos, ellas.
¿Hay casas de la mujer en varias comunidades?
Eva – En 13 comunidades hay casas. Entonces, por ejemplo, ahora empezaron las ventas sociales de productos, como una tienda. Ellas tienen su cuenta de banco, ya manejan eso, también tienen un fondo revolvente de productos, compran lo que las mujeres les demandan y lo dan a plazos.
¿Por ejemplo, ese crédito de Fundec?
Eva – No, eso es otra cosa. En las casas, las mujeres están más en la parte de mejorar sus condiciones.
¿Y solicitan a quién?
Eva – Las mismas mujeres solicitan a la junta directiva de las mujeres. Las comunidades están estructuradas: hay 130 mujeres en cada organización y es elegida una junta directiva. Esa junta directiva está conformada, a veces, de cuatro, cinco, siete mujeres. Entonces, éstas manejan el fondo e informan a la asamblea de mujeres, que van recogiendo lo que van solicitando ellas; cuando tienen ya una solicitud, por ejemplo, de 10 mujeres que quieren 20 láminas de zinc para tapar su casa, entonces, lo compran, lo llevan a la comunidad, lo entregan a las mujeres y las mujeres lo van pagando en cuotas.
¿Y de dónde viene el dinero?
Eva – Eso lo conseguimos a través de proyectos. Se consiguió a través de proyectos, se firmaron convenios. Porque les da mucho miedo manejar dinero. Le dan miedo. “Nos podemos equivocar. Imagínese que se me pierden 100 pesos, como hago yo para pagar?” Son familias muy pobres, que viven con menos de dos dólares al día. Muchas, con costo, comen. Entonces, la idea es que las mujeres se junten en torno de una propuesta más grande, que junten todas las experiencias que tienen, que proyecten nuevas cosas, que negocien con el comité de la comunidad. Que participen en el espacio municipal de la Alcaldía. Ellas y no nosotras. Que ellas negocien con los alcaldes, que ellas negocien con la infraestructura administrativa del municipio, que le den seguimiento también a las propuestas.
En ese sentido, yo pienso que esa fuerza de las mujeres en las comunidades es tan grande, pero que es bastante difícil tener una organización más municipal, porque cada quien esta inmerso en su comunidad, en sus problemas comunales, porque a las comunidades les falta de todo. Les falta asistencia médica, les falta escuela, les falta la escuela secundaria, les falta mejoramiento de vivienda, luz, agua.
¿Luz, agua?
Eva – No, no todas. Algunas tienen en un sector, otras no. El agua es un problema que ha empeorado en los últimos años, comunidades en que hay serios conflictos por el agua. Grandes conflictos.
¿Qué tipo de conflictos? ¿Por qué?
Eva – Porque los pozos son privados, son de propiedad privada, entonces el dueño, cuando mira que el agua se escasea, lo cierra, ya no deja a la población tomar el agua de ahí, entonces la gente sólo tiene el agua en el invierno. En el verano la tiene que acarrear desde muy lejos.
¿Y no se recoge el agua de la lluvia?
Eva – En eso, nosotras vamos a trabajar este año. Porque nosotras el año pasado hicimos un diagnóstico, grande, fuimos casa por casa y les preguntamos a las mujeres: “Por qué no recogen agua de lluvia?” “Es que no tenemos con qué.”
¿Cómo almacenarla?
Eva – Sí. Entonces, yo digo que también es falta de cabeza nuestra, porque bambú hay en la zona, podemos hacer un canal de bambú. Entonces, este año vamos a trabajar fuerte en aprovechar el agua de la lluvia. Para almacenarla, para utilizarla, para todo eso. En este año vamos a trabajar fuerte en eso.
¿Y las cooperativas? En tu relato, hablabas de las cooperativas de mujeres, ¿qué cambió?
Eva – Cambió el sistema de propiedad de la tierra, porque la reforma agraria en Nicaragua, desgraciadamente, no fue una reforma completa, no logró legalizar las propiedades.
Imagino que como en otros países, pero aquí tuvimos una reforma agraria. Aquí tuvimos la oportunidad de hacer bien las cosas. Pero, desgraciadamente, igual nos traicionó la idea de que teníamos la revolución para siempre y no se hizo bien. Entonces, mucha gente ha perdido sus tierras, están en conflicto, hay conflictos muy grandes de propiedad, porque el dueño la está reclamando. Y, también, la gente empezó, otra vez, a – nosotros decimos disparcerse – empezó a querer un pedazo de tierra, “yo quiero que me den”, “me pertenece a mí”, “yo no quiero trabajar con todos esos”. Y se ha individualizado mucho, otra vez.
¿Y las cooperativas?
Eva – Las cooperativas aquí funcionan, pero funcionan más en la parte artesanal. Hay, por ejemplo, una cooperativa de artesanos de la madera, hay la cooperativa de los que hacen muebles, hay de los que hacen adornos. En Nicaragua, el sistema cooperativo, ahora está más bien dedicado a eso y también a la comercialización. Por ejemplo, los cafetaleros hacen una cooperativa para comercializar el café, para tener crédito y poder mantener su café, sembrar árboles nuevos. Entonces, ha cambiado mucho el concepto básico de la cooperativa. La idea era: en la cooperativa, ayudamos todos, producimos todo, comemos todos, vivimos todos, todos tenemos, todos disfrutamos.
¿No es verdad?
Eva – No llega a ser eso. O sea, ahora cambió mucho el concepto cooperativista. Con las mujeres, nosotras hemos hablado de cómo mejorar la comercialización de lo que ellas producen, porque venden muy mal. Entonces, hemos hablado con ellas y les hemos preguntado cuál sería para ellas la mejor manera de organizar la venta de producción. Les hemos planteado. Entonces, ellas dicen que con costo funcionan los grupos, que no llegan a ser cooperativas y que ellas consideran que es bien difícil lo de la cooperativa. Pero ha cambiado muchísimo, después hablamos con la gente de la FENACOC, que es la Federación Nacional de Cooperativas, y ellos plantearon una cooperativa básicamente de compra venta, de que los beneficios son económicos, no son beneficios a nivel ideológico, de fortalecer, digamos, la solidaridad entre las personas, la convivencia, una serie de cosas que son básicas para la convivencia.
Y las mujeres que tuvieron la experiencia de la cooperativa en la revolución y la perdieron, ¿qué sentimiento tienen?
Eva – Es que ahora se han migrado también. Muchas se han trasladado, se han ido a otro lado.
¿Para dónde?
Eva – Hay algunas que vuelven a sus lugares de origen, otras se han ido más adentro de la montaña buscando tierras nuevas. Porque también son mujeres que tienen familias grandes, entonces ya necesitan más propiedad para trabajar con los hijos. Son muchas razones. Y como también la cooperativa tiene un área restringida de propiedad, en una cooperativa muchas veces un cooperado tenía 10 manzanas para sembrar. Pero este señor y esta señora tuvieron dos hijos. Ya todos sus hijos son mayores y tienen familia. Con 10 manzanas, tres familias no hacen nada. Entonces, todo eso hace que la gente vaya evolucionando, cambiando su manera de vivir. En Pancasáb, por ejemplo, donde empecé yo a trabajar cuando entre en el colectivo, era una zona de cooperativa, todo era cooperativa y ahora todo es individual. Todo.
La producción…
Eva – Todo, todo, todo individual. Para lo único que se están juntando es para comercializar el café orgánico que producen. Entonces, tienen grupos de trabajo, pero la finca es de cada quien y lo que producen es de cada quien. Ahí es sálvese quien pueda.
¿Y cómo ves ese cambio: una región donde había un trabajo colectivo y ahora todo es individual?
Eva – Para mí, la base de toda cooperativa es la solidaridad y la base del capitalismo es la competencia. Entonces, el problema es que se ha trasformado el concepto de solidaridad que había en la revolución por un sistema competitivo, que es lo que promueven los gobiernos ahora. Un sistema de competencia, hay que competir en el mercado, hay que competir con el vecino, hay que competir con todos.
En otros países, hay sistemas cooperativos, o sea, no es que la cooperativa es una mentalidad, como dicen algunos políticos: “son los comunistas los que hacen cooperativa”. Pero no es verdad. Lo que están diciendo es una cosa a favor de sus conveniencias. Es más fácil quitarse la tierra a un individuo que a una cooperativa. Claro que es más fácil quitarla de un campesino, su propiedad, porque primero le dan préstamos y préstamos, hasta que le quitan la tierra, hasta que la persona tiene que vender, porque ya no puede pagar. Entonces, es más fácil eso que quitar todo un sistema de organización de cooperativa. Eso, para mí, es peso. Un peso profundo en lo psicológico, económico.
Nicaragua estaba llena de terratenientes. Tenemos nuevos terratenientes. Tenemos nuevos terratenientes y viejos terratenientes. Toda la gente que ha ido comprando las tierras a los de las cooperativas. Hay gente que ya tiene miles de manzanas, que han ido comprando al campesino “cooperativizado”. Y esa es la tendencia: volver al terrateniente, volver al monopolio, volver al patrón.
Se perdieron todas las haciendas estatales...
Eva – Todas, todas.
¿Las recuperaron los dueños?
Eva – Una parte sí y otras tuvieron nuevos dueños, desgraciadamente.
Bien, ahora vamos hablar de la Red LAC, ¿Cómo y cuando la conociste?
Eva – El primer contacto fue a través de las compañeras de Brasil, que fueron las que plantearon la iniciativa…
¿Dónde? ¿Cuándo?
Eva – Primero de una correspondencia que planteaba la iniciativa de hacer un encuentro para organizar toda la Red de Mujeres Rurales de América Latina y del Caribe, para hacer propuestas más colectivas, relacionadas a los problemas de las mujeres rurales, vinculadas a todo – a su vida, a la tierra, a la propiedad, al sistema de producción... a todo problema que enfrenta la mujer en el campo.
¿Y sabes cómo Brasil descubrió tu contacto?
Eva – Creo que a través del movimiento de mujeres, porque, digamos, la relación del movimiento de mujeres de América Latina es tan diversa. Yo creo que fue a través de SOS Corpo, que el Colectivo de Mujeres tenía una relación con esta organización por el trabajo con la salud. Y así llega la invitación.
La invitación.
Eva – Porque una de las mujeres de SOS Corpo estuvo aquí.
¿Antes de la Red LAC?
Eva – Sí.
¿Cuéntanos un poco de tu participación en este momento de la Red LAC?
Eva – Yo fui al primer encuentro, que fue la fase de organización del encuentro grande. Fui al encuentro pequeño, con mujeres de Argentina, Uruguay, Bolivia, Perú, México... Éramos una comisión como de 30 mujeres. Las brasileñas ya estaban ahí. Entonces, con ellas pensamos cómo hacer el encuentro, para qué hacer el encuentro, dónde, qué tipo de local necesitábamos, qué material. Entonces, fue un proceso de organización del encuentro.
¿Y era la primera vez que las rurales se reunían?
Eva – Sí. Yo no tengo ningún conocimiento de que se haya dado en otro momento. Ese fue el primer momento. Y después de eso ya dejamos como las pautas hechas, discutimos bastante, fueron tres días de trabajo fuerte. Allá, bien guardaditas en aquél centro grande, que era el centro de vacaciones de los trabajadores en…
Fortaleza.
Eva – Sí, Fortaleza. Era un centro vacacional de trabajadores. Ahí trabajamos bastante. Había una compañera alemana también, creo que estaba apoyando la iniciativa. Ahí debatimos que sí, que era importante hacer el encuentro. Organizamos todas las delegaciones: cómo organizar la participación de cada país, qué mujeres que iban a participar. Definimos que ni todas las mujeres que estaban metidas... Que las asesoras, que fueran las mujeres rurales. Entonces, ese fue mi primer contacto, mi primera comunicación, mi primer esfuerzo.
¿Y cómo fue el 1º Enlac?
Eva – El primer encuentro… Después de Fortaleza, yo vine a Nicaragua con una misión grande. La misión era convocar a todas las asociaciones que en Nicaragua trabajamos con mujeres rurales. Yo hice un trabajo de convocatoria, de explicarles la idea, de conformar una delegación. Pocas mujeres respondieron, pocas organizaciones respondieron. Entonces, al final fuimos las mujeres del Comité de Mujeres Rurales de León, en la que estuvo Socorro. El Centro de las Mujeres Xochilt Acalt de Malpasillo y, después, fueron las mujeres de la FEM de Estelí. Y también fue la Casa de la Mujer de San Miguelito, en Río San Juan.
¿Cuántas mujeres?
Eva – De Nicaragua, en la delegación, si no me equivoco, éramos siete. La compañera de la Casa de la Mujer de Río San Juan; dos de las Mujeres de Occidente y del Norte de la Federación de las Mujeres de Estelí, Alicia, se llama la compañera. Y Las Mujeres de Pancasán, Lilian, de Matagalpa. Éramos cinco. Se ha diversificado la situación de Nicaragua en este momento, porque fueron diferentes experiencias y vino el primer encuentro.
Me pareció grande, con muchísima gente, muchísima participación. Salieron, para mí, bastantes propuestas de ese encuentro, iniciativas, ideas, todo eso que después ha sido, por lo menos para Nicaragua, muy difícil darle seguimiento. Porque la gente, después que fue, como que se despreocupó, digamos, de eso. Tengo todita la comunicación que ha llegado, porque yo mantuve contacto con la Red a través de la comunicación y yo la he ido pasando a las organizaciones y entregué las Memorias acá. Les pregunté si les llegó “Sí, sí nos llegó”. Pero, nada más. Así se ha quedado.
Entonces, cuando regresamos de ese encuentro la parte que me corresponde en poder estar cerca. Las compañeras devolvimos a las mujeres. Les contamos cómo había sido el viaje, qué cosas había aprendido, qué cosas se había discutido, con qué propuestas venían. Todo eso se hizo. Pero después de eso, se dejó otra vez. Se nos convocó a una reunión en Perú para el seguimiento de la Red, para ver cómo íbamos a seguir trabajando, para ver cómo iba cada uno de los países, qué se estaba haciendo, con qué propuestas andábamos. Y se pudo asistir a esa reunión. Porque estábamos bastante complicadas por el trabajo y ya no pude. Y después ya viene la convocatoria para el segundo encuentro.
¿Hay algún episodio, aún en el primero, que te recuerdas, que te marcó?
Eva – Del primer encuentro me quedó como muy presente el intercambio. Por ejemplo, se hizo una mesa redonda para que las mujeres intercambiaran sobre su experiencia en su país, como sobrevivían, como vivían. Eso me quedó muy fuerte a mí, además porque fue un intercambio muy variado. Los talleres eran más específicos, y ese fue más...
Más espontáneo.
Eva – Sí; y se hizo, además me acuerdo, en un auditorio grande. Al lado de donde estaba la oficina de coordinación. Y además, fue como uno de los que pude participar. En otros me sentía más como pendiente, de que todo fuera bien, de que no faltaran cosas, de que se entendiera lo que se estaba diciendo. En la sala donde iba estaba como rotando mucho por las salas, en el primer encuentro. Y en ese, yo me sentía como participante, como una más del grupo. Entonces, me quedó muy grabado.
También me quedó el intercambio de rituales que se hicieron, cuando se hizo como mercado de frutas.
De baile.
Eva – Eso me gustó mucho. Y conocer otras mujeres, ¿no? Fue impresionante. Trabajar con otras mujeres. Las memorias, pasar las memorias. Es que pasábamos mucho tiempo trasladando memoria, que todo quedara documentado para que no se perdiera nada, que no se quedara nada fuera de las discusiones que se habían dado…
Y llega el segundo…
Eva – Bueno, en el segundo, yo también empecé el trabajo un año antes. Empecé igual que en el primero. Empecé a hacer todita la divulgación a todas las organizaciones, empecé a mandar un correo aquí, llamar por teléfono, a ver si llegó. “Hay una convocatoria para el segundo encuentro latinoamericano de las mujeres rurales, ¿qué les parece la idea? Tenemos propuestas, juntémonos. Hagamos una propuesta colectiva de Nicaragua.” Y no hubo eco. O sea, las únicas que se manifestaron así fueron las FUMDEC. Por último, me acuerdo que una compañera de San Ramón mandó un correo diciendo que ella quería ir, pero después como que se desconectó, era de la cooperativa de San Ramón. Pensaba ir pero al final como que se desconectó.
También, creo que era época mala en Nicaragua para el financiamiento.
Eva – Mala, mala. Para conseguir dinero para esas cosas, era difícil. Entonces, del segundo Enlac yo sólo me mantuve con las noticias, con las informaciones. Cómo van, cuándo se fueron, cuándo volvieron, cómo les fue, que vinieron contentas las compañeras que fueron. Más que todo, me mantuve con informaciones.
Y después de participar de la Red, ¿hay algún cambio?
Eva – ¿En qué sentido?
En tu vida. En tu participación política. En la organización.
Eva – Creo que la organización lo que ha ido haciendo fue proyectar más el trabajo en función de fortalecer la parte del movimiento de mujeres rurales. Porque ha pasado por diferentes etapas, ¿no? Nosotras hemos tenido siempre un trabajo rural muy fuerte, pero en los últimos años apuntamos para que todo en esa organización que se ha creado forme como una coordinadora más grande. Es un esfuerzo lento, va despacito… y creo que esto va a poder permitir a las mujeres una mayor conexión. Tanto en nivel municipal, en nivel nacional y nivel internacional. Porque cuando, ojalá, tengan las mujeres la oportunidad de ir a participar de una cosa grande así, y contra sus experiencias, aunque esto a la gente le angustia.
“¿Con quién voy a estar?”
Eva – Claro ¿Con quién voy a estar? ¿Qué es lo que voy a contar? ¿Ustedes me van a explicar? Vas a hablar de tu vida, vas a hablar de tu experiencia, de tu historia. Pero ahora nosotros sentimos que las mujeres están más fortalecidas para hacer un camino así.
¿Y que ves para el futuro de la Red LAC?
Eva – Yo creo que va a depender de cómo se estructure la organización en los países. Porque para mí, la Red LAC se nutre de eso. Esa experiencia organizativa que hay en los lugares, en los países, en las regiones. Para mí, es importante eso, y básico.
¿Tienes algún sueño para la Red?
Eva – Tengo el sueño de que la Coordinadora del Sur y del Norte se junte a la Red.
¿Y para las mujeres?
Eva – Yo sueño tanto para las mujeres rurales...
Uno de ellos...
Eva – Bueno, las quiero ver en mejores condiciones de vida. Las quiero ver en su casa con techo bueno, que no se moje. Las quiero decidiendo sobre su vida. Me gustaría que sus creencias no influenciaran tanto en sus decisiones. Me gustaría que tuvieran la oportunidad de ir a la iglesia, pero también pudieran estar en otros espacios políticos. Eso me gustaría. Y me gustaría sentir que la organización de ellas la sienten como una fuerza real.
Y, para usted, ¿que sueña?
Eva – ¿Para mí o para lo colectivo?
Para ti.
Eva – Ah, yo quiero seguir teniendo salud, quiero seguir teniendo energía y quiero seguir teniendo un trabajo para poder seguir haciendo tanta cosa que hay que hacer. Tanta cosa que quiero hacer.
¿Qué te pareció contar un poquito de tu historia?
Eva – Emocionante.
¿Ya lo habías hecho antes?
Eva – Sí. Pero bueno, creo que no conté todo. Conté una parte de mi historia para una compañera que hizo un estudio sobre la maternidad en Nicaragua en los tiempos de la revolución. Mujeres que participamos en la revolución. Entonces, más el enfoque era ese. Cómo había vivido yo la maternidad, cómo había vivido la relación con mi madre. Entonces, tengo una parte escrita de esto.
¿Hay algo más que querías decir?
Eva – En mi país, ahora, yo siento que ahora hay gente con un montón de esperanza. Ahora, con el gobierno otra vez sandinista, la gente tiene un montón de esperanza de que la cosa va a cambiar.
La gente piensa que todo, todo lo va a tener de un día para otro. Tener su trabajo sobre todo, lo que más ha demandado la gente, ¿no? Que el que no tiene tierra va a tener tierra. Que el que no tiene casa va a tener casa. Con los problemas del acceso a la salud, por ejemplo. Entonces, la gente tiene muchísima expectativa en relación a lo que se puede hacer. Porque la situación es diferente, pienso, el contexto político social es diferente, el contexto social económico ha cambiado mucho. La pobreza ha aumentado un montón en Nicaragua. Con niveles de pobreza extrema, también hay una miseria muy grande. Y eso no se puede cambiar de la noche a la mañana. La gente tiene expectativa, siente que no se resuelve lo que quiere que se le resuelva, al final vuelve a votar en contra de lo que le hace daño. Y eso es lo que yo tengo miedo, de que no dé tiempo de poder esperar, ir tranquilo, ir valorando las cosas que se van dando. Entonces, siento que hay mucha incertidumbre en todo eso. Es una época muy …
Desafiadora.
Eva – Sí. Con muchos retos y muchas dificultades. Entonces, en eso estamos. En la organización también, por ejemplo, la cooperación ha cambiado también sus maneras de ver los problemas en el sur.
¿Hablas de la cooperación internacional?
Eva – De la cooperación internacional. Es cada vez más difícil lograr financiamiento. Por ejemplo, nuestra organización tiene cada vez más dificultad para conseguir financiamiento. Ahora todo esta vinculado a lo económico. Todo se piensa en dólares. En que la gente tiene que rendir, en que la gente tiene que pagar, en que la gente tiene que… Y nosotros siempre les hemos planteado que el trabajo social, trabajo que no tiene retribución económica, tiene otra retribución. Piensan que es como cosechar maíz. Se hacen tantos talleres, entonces se hacen tantos quintales. Entonces, eso no es así. Es bien difícil. O sea, enfrentamos una época muy difícil para todo.
Bueno, nosotras estamos peleando. Intentando conseguir. Consiguiendo el fondo para trabajar. Pero cada vez se hace más difícil, más complicado.
Para mí, ha sido un placer estar con usted. Muchas, muchas gracias por su entrevista, por su colaboración y espero que sigamos con la Red.
Eva – Claro que sí, yo pienso que podemos hacerlo, vamos a ver cómo responde la gente.
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